Hace algunos años, trabajando como vendedor en una tienda de instrumentos musicales, me tocó atender a un joven que venía acompañado de su padre.
El chico me solicitó que le mostrara una de nuestras mejores guitarras eléctricas que tenía en exhibición. Y después de conectarla a un buen amplificador, nos mostró que tenía buenas habilidades para la música.
Todo estuvo perfecto, el joven se entusiasmó con la guitarra y yo también me sentí muy entusiasmado, porque todo parecía que concluiría con una venta excelente. Más el papá del muchacho considero que el instrumento valía más de lo esperado.
"Hijo, si yo te compro esta guitarra no la vas a apreciar como se debe" - le dijo aquél hombre a su vástago, con palabras firmes, pero bondadosas. Luego continuó, "Junta la mitad de lo que vale y yo te pagaré el resto".
El joven aceptó con resignación y agradeciendo la atención que les otorgamos, se marcharon prometiendo "algún día" volver.
Apague el amplificador, desconecte la guitarra y le colgué de nuevo en su lugar de exhibición. Y no terminaba aún con mi trabajo de acomodar las cosas, cuando me fue necesario atender una llamada telefónica. Unos diez minutos después volví al lugar donde habían estado aquél padre estricto y su hijo, para terminar de poner en orden la pequeña sala y fue entonces cuando descubrí la cartera.
Ahí, a un lado del mueble donde estuvo sentado el papá, estaba una cartera de muy buen ver y aparentaba tener una buena cantidad de dinero. Ni siquiera me moleste en ver cuanto traía. Había diferentes tarjetas de crédito y una identificación (que me confirmó que el dueño de la misma, era el papá del joven guitarrista).
Encontré tarjetas de presentación, así que de inmediato llamé al número telefónico, que resultó ser de su negocio y le dejé el reporte a la secretaria, para que le informara a aquél hombre que teníamos su cartera en la tienda de instrumentos. Le dí además mi nombre, para que supiera con quien dirigirse. No tardó mucho en regresar. Ni siquiera se había dado cuenta de lo sucedido.
Padre e hijo estaban sorprendidos. Y yo no entendía muy bien el porque aquella actitud de desconcierto.
"¿Porqué me regresa la cartera?" - me preguntó. Yo me reí y le contesté con simpleza: "Porque es suya y yo jamás me quedo con lo que no es mío".
Aquél hombre no quedó conforme e insistió. "Nadie regresa una cartera con dinero".
La situación se me hizo un tanto chusca, así que sonriendo le dije: "Es que YO SOY MEXICANO!!!".
"Aquí todos somos mexicanos y no cualquiera actúa de esta manera" - me replicó.
Ante aquella aseveración, hice relucir mi sentido del humor y le contesté: "ES QUE YO SOY UN MEXICANO DE PRIMERA".
Padre e hijo rieron de buena gana. El hombre, abrió la cartera, saco un billete y me lo tendió. Pero en ese momento crucé los brazos y sonriendo le dije: "LOS MEXICANOS DE PRIMERA TAMPOCO RECIBIMOS EN UN CASO ASÍ UNA PROPINA".
El hombre meneando la cabeza y riendo de buena gana, guardó su billete mientras me preguntaba: "¿Gana usted comisiones por ventas?".
"Si señor" - fue mi respuesta. Y él, con una gran sonrisa, sabedor de que había perdido muy bien la batalla, agrega: "Deme por favor la guitarra".
¿Porqué te cuento todo esto?, ¿Para presumir de que soy honrado?. No, nada de eso. Solo que ante tantas situaciones tan desastrosas que se han presentado en nuestro México, me gustaría que todos los nacidos en este hermoso país, nos uniéramos para formar un frente en bien de nuestra Patria, demostrando abiertamente en cualquier lugar y ante cualquier situación que somos más los MEXICANOS DE PRIMERA!!!.