En los años 50 a un científico de los laboratorios BrookHeaven se le ocurrió hacer menos aburridas las presentaciones de capacitación que hacían de sus enormes máquinas computadoras, que eran armastrotes que ocupaban toda una habitación, conectando a un osciloscopio unos primitivos “joystick”, para simular un juego de tenis. El asunto resultó extremadamente divertido y cumplió con el propósito para el que fue creado. La clase fue más amena, aunque luego todo aquél artefacto fue desarmado y olvidado, sin que jamás fuera patentado el jueguito.
Estos laboratorios contaban con varias patentes muy importantes, pero no vieron en aquél jueguito nada de importancia. ¿A quien se le podría ocurrir patentar un jueguito estúpido, que para realizarlo requería de una enorme máquina con valor de varios millones de dólares?
Pero con el tiempo las computadoras se hicieron cada vez más pequeñas y baratas, hasta que a fines de los años setentas el fundador de Atari fabricó un pequeño aparato con el primer videojuego, al que llamó “Pong”, que era exactamente una réplica del creado en décadas anteriores por el científico de los laboratorios BrookHeaven.
El producto se convirtió en una locura a nivel mundial y el dueño de Atari ganó cientos de millones de dólares con él. Atari recibió una fuerte demanda de la empresa Magnavox, quienes alegaban que la idea original había sido de ellos, lo cual Atari reconoció, pero, como no había ninguna patente de por medio, la demanda resultó improcedente y Magnavox se quedó con ganas de fortuna.
Estos laboratorios contaban con varias patentes muy importantes, pero no vieron en aquél jueguito nada de importancia. ¿A quien se le podría ocurrir patentar un jueguito estúpido, que para realizarlo requería de una enorme máquina con valor de varios millones de dólares?
Pero con el tiempo las computadoras se hicieron cada vez más pequeñas y baratas, hasta que a fines de los años setentas el fundador de Atari fabricó un pequeño aparato con el primer videojuego, al que llamó “Pong”, que era exactamente una réplica del creado en décadas anteriores por el científico de los laboratorios BrookHeaven.
El producto se convirtió en una locura a nivel mundial y el dueño de Atari ganó cientos de millones de dólares con él. Atari recibió una fuerte demanda de la empresa Magnavox, quienes alegaban que la idea original había sido de ellos, lo cual Atari reconoció, pero, como no había ninguna patente de por medio, la demanda resultó improcedente y Magnavox se quedó con ganas de fortuna.
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