Esta leyenda, que hoy se da como verdadera, nació a partir de los escritos de Seutonio y Dion Casio quienes, paradójicamente, todavía no habían nacido durante el tiempo del incendio. Los expertos en este tema jamás se han puesto de acuerdo sobre la veracidad de los hechos, no obstante si tomamos en cuenta a los historiadores romanos Tácito y Plinio el Viejo, quienes fueron contemporáneos del siniestro, se puede deducir que esta leyenda es apócrifa, e incluso nos hacen saber que Nerón ni siquiera se encontraba en Roma, ya que estaba en la ciudad de Antium. Así mismo, y en contraste con la leyenda popular, según Tácito, al enterarse del incendio Nerón fue rápidamente a la ciudad a organizar el combate al fuego, abrió las puertas del palacio a quienes perdieron sus casas y ordenó la repartición de comida entre los ciudadanos para evitar la hambruna.
Los daños fueron cuantiosos: el incendio destruyó parte de la zona del Circo Máximo, el palacio personal de Nerón, el Templo de Vesta y el Templo de Júpiter así como la destrucción de 4 distritos y el daño extremo a otros 7. Peor aún fue la destrucción de la zona comercial de Roma, por lo que el daño económico resultó aún mayor que el material.
Tras el incendio, numerosos rumores sobre la autoría comenzaron a desperdigarse por toda la ciudad. Y para evitar ser considerado el actor intelectual del mismo, Nerón hizo recaer la culpa sobre los cristianos. Como castigo, mandó tirar a muchos de ellos a los perros y crucificó a docenas. Luego hizo recoger los escombros y se dedicó a construir magníficos templos, entre ellos un nuevo palacio, el Domus Aureus. A causa de esto, posteriormente nacería la leyenda que dice que Nerón causó el incendio, para justificar la construcción de nuevos templos y su palacio.
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