jueves, 21 de agosto de 2008

LOS CASTRATI

En el siglo XVI la iglesia Católica sancionaba con la excomunión, un castigo gravísimo para la época, a quien fuera descubierto practicando la castración ilegal, es decir, sin poder aparentemente justificarla como consecuencia de una enfermedad o accidente. Más en el siglo XVII, el Papa Pablo XVI, prohibió que las mujeres cantaran en San Pedro porque según su entender una de las epístolas de San Pablo dice claramente que “las mujeres deben mantener silencio en la iglesia”- Por ello niños y adultos castrados remplazaron a las voces femeninas.
Tiempo después, la medida se extendió también a los teatros de los estados pontificios donde se consideró inadmisible la presencia de mujeres en los escenarios y así muchos de estos notables cantantes de voz "angelical" lograron la admiración del público y colosales fortunas personales interpretando según el caso, tanto roles masculinos como femeninos.
Esta situación dio como resultado que muchos niños de voz privilegiada, y de condición humilde, fueran castrados por sus padres, esperando allegarse de esta manera un importante ingreso económico. Por supuesto que se inventaba un accidente, o historia que justificara el hecho, para no ser ajusticiados con la excomunión; aunque es bien sabido que la Iglesia estaba totalmente conciente de lo que sucedía con tantos accidentes, y se hacía la desentendida.
En Italia la castración de menores estuvo a la orden del día, dada su gran tradición musical. La castración se realizaba con menores que iban de los 7 a los 12 años de edad, es decir, antes de que la función glandular de los testículos diera lugar a la muda o cambio de voz.
La posibilidad de una importante carrera cantando en ceremonias religiosas, teatros o cortes, podía significar un considerable ingreso de dinero no solo para el artista sino también para su familia y los intermediarios en sus jugosas contrataciones. Intereses mezquinos forzaban frecuentemente a los niños a aceptar su castración, si bien una disposición hipócrita establecía que la misma no podía realizarse sin el consentimiento del infante. Lo que tal disposición no explicaba es cómo una criatura de 7 u 8 años podía comprender exactamente a lo que se exponía y aún oponerse a una presión paterna.
A menudo, el precio que los elegidos pagaban por someterse a tal intervención no era simplemente el no poder procrear en un futuro, sino la propia vida. Cuando los padres del menor no podían costear la atención de un médico, simplemente recurrían al barbero de la esquina, quien con todas sus deficiencias sanitarias hacia el trabajo, provocando en muchas ocasiones terribles infecciones que acababan con la vida del menor afectado.
Para realizar la castración al niño se le emborrachaba con ron, hasta dejarlo semi-inconciente, tomando brebajes con contenido de opio, o simplemente sufriendo una cierta compresión de las carótidas hasta provocarle un desmayo. La aplicación de agua helada en los genitales era también una forma muy utilizada entonces para lograr un cierto efecto anestésico.
Muchos niños pedían ser castrados, ilusionados por la fama y fortuna que veían en los llamados “castrati”; aunque cabe aclarar que no siempre se lograban resultados espectaculares, y la voces de muchos infantes sometidos a esta mutilación, no iban más allá de pertenecer indefinidamente al coro de la iglesia.
La castración fue aplicada desde tiempos muy remotos, muchas veces como castigo, otras como método curativo ante distintas enfermedades. Guerreros victoriosos castraban a sus prisioneros como medida ideal para doblegar sus espíritus y someterlos a la esclavitud, (se basaban en el hecho de que los animales castrados se vuelven de temperamento más dócil), asegurándose además que el odiado enemigo no tuviera la posibilidad de reproducirse.
Por otra parte se creía que algunas enfermedades como la hernia, la gota, la epilepsia, la lepra y la locura, podían eliminarse con la castración. Y durante varios siglos esta idea errónea se mantuvo en pie.
Si bien la castración producía ciertos cambios morfológicos muy variados según los individuos; como la ausencia de vello, tendencia a la obesidad, rasgos feminoides, etc. Y no pocos cambios psíquicos, la mayoría de los cantantes castrados podía mantener relaciones sexuales prácticamente normales, siendo en muchos casos objeto de adoración de las mujeres y protagonistas de romances tempestuosos.
Algunos castrati se hicieron sumamente ricos, favorecidos del clero y la nobleza, y buscados por las damas de la alta sociedad que deseaban tener un romance fugaz sin el riesgo de un embarazo. Son famosas las aventuras amorosas de los castrati Gasparo Pacchiarotti, Giusto Ferdinando Tenducci y Giovanni Battista Vellutti. Muchos de ellos se sentían felices de su condición, porque esta les había llevado a la fama, el dinero y una alta posición social. Otros en cambio, vivieron siempre resentidos, frustrados… y aprovechaban su posición para mostrarse caprichosos, intolerantes y autoritarios.
En Nápoles, donde existieron los más importantes conservatorios musicales de entonces, los pequeños castratis que ahí estudiaban, eran contratados para cantar en los velorios de niños, y para ello los vestían de ángeles. En cierta forma la gente de ese tiempo los consideraba como ángeles consagrados, ignorando las turbulentas historias sexuales en que se involucraban ya como adultos.
Vamos a escuchar ahora un poco de música y luego hablaremos del famoso Farinelli, para que conozca algo de la historia del más afamado de los castrati.

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