miércoles, 20 de agosto de 2008

MENSAJE EN UNA BOTELLA II

Una depresión general invadió a todo el grupo de náufragos. Las mujeres rezaban, los hombres maldecían impotentes y desesperados. Pero nada podían hacer. Por supuesto que semejante panorama trajo hasta ellos el miedo y veían como único destino la muerte. Para colmo de males, en su primer día de abandono les tocó ver a varios tiburones acercarse a su barca. Nadie quería morir ahogado, ni mucho menos destrozado por aquellos terroríficos animales marinos.

Pasaron tres días de terrible angustia. Hambre, sed, miedo, desesperación… era lo único que les quedaba. Fue entonces cuando descubrieron una cuerda en el mar. Era una línea de pesca que podía ser vista a poca profundidad bajo el agua y que era sostenida por ciertas pelotas que la hacían flotar. ¿Podían sujetarse de ella y permanecer ahí hasta que vinieran a recoger aquellas cuerdas de pesca. Imposible. ¿Qué hacer?. Seguramente quien pescaba de aquella manera, regresaría aquél mismo día a recoger su captura, pero el oleaje tan fuerte imposibilitaba a su barca mantenerse en aquél sitio.
Una de las mujeres sugirió amarrarle a la cuerda una botella con un mensaje solicitando auxilio. De inmediato se dieron a la tarea. Sacaron un papel, un lápiz, y por fortuna también encontraron una botella por ahí. Luego que todo estuvo preparado, sujetaron fuertemente con una cuerda la botella y la abandonaron ahí en el mar. Y para hacerla más llamativa, le colocaron una banderita. ¿Funcionaría?

Horas más tarde, Juan Venegas, con su embarcación “Rey de Reyes” fue a recoger la línea de pesca que había tirado de madrugada. Cuando la fue jalando, de pronto se dio cuenta que traía amarrada una botella. Al leer el mensaje, lo primero que hizo fue ir en búsqueda de aquél grupo de náufragos, porque se daba cuenta que la situación era desesperada. Más no olvidó hacer una llamada solicitando apoyo al grupo ecologista Marviva.

Cuando Juan llegó con su barco hasta ellos, los náufragos se volvieron locos. Las mujeres creyeron que era un milagro, los hombres un espejismo, pero en cuanto el barco estuvo a su alcance, todos intentaron subirse a él como desesperados. Juan a gritos y gritos logró contenerlos. Su barco era pequeño y podían hacerlo naufragar.

Les hizo ver que ya había solicitado ayuda y pronto serían rescatados. Prometió no abandonarlos. Se iba a quedar ahí con ellos hasta el momento en que fueran rescatados.
Los náufragos se tranquilizaron. Juan compartió con ellos los escasos alimentos y el agua que traía consigo. La gente lloraba y Juan incluso lloró con ellos.
Poco después una embarcación de MarViva pasó a rescatarlos. No lograron llegar a su destino. Seguirán siendo pobres y vivirán siempre llenos de apuraciones, pero aquella terrible experiencia, donde su vida estuvo en peligro, les hizo cancelar cualquier pretensión de volver a intentarlo.
Y sobre aquellos tipos que los abandonaron en el mar. Al parecer poco tiempo fueron unos de ellos capturados, gracias a la fotografía que tomó uno de los náufragos.

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