domingo, 13 de julio de 2008

NO HAY MONTAÑA ALTA


Cuentan que Julio César se puso a llorar el día que cumplió sus 33 años. No era precisamente de felicidad, sino por no haber logrado igualar a esa edad las hazañas de Alejandro Magno, a quien admiraba demasiado. Alejandro fue el más grande líder de la historia. Falleció precisamente a los 33 años, más para entonces el logro de sus conquistas se había extendido hasta el Oriente.
Alejandro Magno fue inteligente, astuto hasta el extremo y emprendedor como pocos. Un joven impetuoso cuya audacia no tuvo límites, sintiéndose capaz de hacer cualquier cosa.
En cierta ocasión Alejandro debió enfrentar varios frentes abiertos y uno de los más importantes era una revuelta de las ciudades de Grecia que cada vez cogían más fuerza. Era de vital importancia llegar con su ejército desde Macedonia a tierras Helénicas y el camino más rápido era a través del Paso del Tempe que lo ocupaba un ejército de Tesalios. La única forma posible de sorprenderlos era escalar el barranco del Monte Ossa para alcanzarlos por la retaguardia. Los generales que lo acompañaban rieron y no tomaron en serio tal propuesta, pero Alejandro totalmente decidido insistió con dureza. Con cierto cinismo no faltó quien le dijera que para lograrlo deberían de tener alas. Alejandro le respondió: “Vamos a esculpir a marchas forzadas una escalera sobre el peñasco y pasaremos”. Luego dio las órdenes pertinentes. Mandó traer a 500 mineros del Pangeo, a quienes prometió una excelente recompensa y la libertad si en diez días le hacían una escalera en la montaña y por el lado del mar, para no ser vistos.
El incentivo funcionó mejor de lo esperado, en siete días Alejandro tenía su escalera lista. En partes de madera y en partes tallada en la piedra. Aquella misma noche, la infantería Macedonia con Alejandro Magno al frente (quien fue el primero en subir), accedieron hasta la retaguardia del ejército enemigo. Los Tesalios nada pudieron hacer cuando al amanecer se vieron totalmente rodeados por 3000 soldados con su Rey a la cabeza. El general de los Tesalios no quiso meterse en problemas con alguien capaz de tal hazaña y dejó pasar a las tropas de Alejandro sin que estas sufrieran una sola baja.
Cuando el hombre se decide no hay montaña alta ni obstáculo que sea capaz de impedirle conquistar su meta. Una excelente enseñanza para todos aquellos que pretenden ir más allá de lo imposible.

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