
A los pájaros de la costa, llamados ostreros, les gustan los huevos grandes. Si se coloca junto a su nido un huevo de gallina o incluso de avestruz, desecharán los propios y trataran de meter al nido y empollar el que se les ha proporcionado. Se considera que esta actitud se debe a que los huevos grandes tienen mayor posibilidad de supervivencia que los huevos más pequeños.
Cuando se deja a las palomas hembras conviviendo sólo con otras hembras no ponen huevos. No obstante, si las hembras tienen cerca un macho, aún cuando esté se encuentre tras de un vidrio y jamás lleguen a tener contacto, la hembra pondrá huevos, como una muestra coqueta de fertilidad.
La mayoría de los pájaros dejan de poner huevos después de acumular cierta cantidad en el nido. El gorrión, por ejemplo, jamás pone más de cinco. No obstante, si se retiran los huevos conforme los va poniendo, la avecilla seguirá haciéndolo hasta haber puesto unos cincuenta huevos, lo que agota la capacidad de sus ovarios. Esta misma conducta se da en las gallinas y es la base de la industria del huevo. Extrañamente las aves jamás reparan en los huevos perdidos, por ello no hacen el más mínimo intento de protegerlos.
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