domingo, 7 de septiembre de 2008

EL DERECHO DE PERNADA

El término pernada hace referencia a una realidad histórica medieval, que suponía que la mujer recién casada no era conocida sexualmente por su marido una vez celebrada la ceremonia nupcial, sino que lo era por otra persona, generalmente alguien con poder dentro de la comunidad.
En Libia, según nos refieren los historiadores greco-romanos Heródoto y Pomponio Mela, existía la costumbre de que la noche de bodas todos los convidados a la ceremonia tenían derecho a relacionarse sexualmente con la novia, tan solo había el requisito de llevarle un regalo. Mayor era la gloria y el prestigio de la novia cuanto mayor fuera el número de obsequios recibidos.
Según refiere el Talmud, libro sagrado de los judíos, los macabeos se revelaron contra Antíoco a consecuencia del nombramiento de los llamados cuestores que tenían la misión de desflorar a las novias. En tiempos del emperador Augusto el rey de Escocia concedió el derecho a la primera noche a todos sus jefes. Esta costumbre se mantuvo en vigor hasta bien entrada la Edad Media, cuando el rey Malcolm III la abolió y la sustituyó por el tributo de una moneda de oro a pagar al señor como rescate por la mujer a desposar.
En la China del siglo XIII, existía la costumbre en algunas regiones de que las mujeres casaderas tenían que pasar por una ceremonia legal y religiosa de desfloración denominada Tchin-Than, presidida por un sacerdote budista o taoísta. Las familias de estas mujeres debían hacer frente a los gastos que se ocasionaban con motivo de este ritual.
En la región hindú de Malabar cuando el monarca se casaba entregaba su mujer al sacerdote para que la desflorara y en pago de este servicio debía entregarle además 50 monedas de oro. Entre los indios de ciertas regiones del estado norteamericano de Nuevo Méjico los hombres debían comprar a sus futuras esposas a sus respectivos progenitores y luego presentarlas al jefe de la tribu para que tuviera una relación sexual si así lo deseaba

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