
En Libia, según nos refieren los historiadores greco-romanos Heródoto y Pomponio Mela, existía la costumbre de que la noche de bodas todos los convidados a la ceremonia tenían derecho a relacionarse sexualmente con la novia, tan solo había el requisito de llevarle un regalo. Mayor era la gloria y el prestigio de la novia cuanto mayor fuera el número de obsequios recibidos.
Según refiere el Talmud, libro sagrado de los judíos, los macabeos se revelaron contra Antíoco a consecuencia del nombramiento de los llamados cuestores que tenían la misión de desflorar a las novias. En tiempos del emperador Augusto el rey de Escocia concedió el derecho a la primera noche a todos sus jefes. Esta costumbre se mantuvo en vigor hasta bien entrada la Edad Media, cuando el rey Malcolm III la abolió y la sustituyó por el tributo de una moneda de oro a pagar al señor como rescate por la mujer a desposar.
En la China del siglo XIII, existía la costumbre en algunas regiones de que las mujeres casaderas tenían que pasar por una ceremonia legal y religiosa de desfloración denominada Tchin-Than, presidida por un sacerdote budista o taoísta. Las familias de estas mujeres debían hacer frente a los gastos que se ocasionaban con motivo de este ritual.
En la región hindú de Malabar cuando el monarca se casaba entregaba su mujer al sacerdote para que la desflorara y en pago de este servicio debía entregarle además 50 monedas de oro. Entre los indios de ciertas regiones del estado norteamericano de Nuevo Méjico los hombres debían comprar a sus futuras esposas a sus respectivos progenitores y luego presentarlas al jefe de la tribu para que tuviera una relación sexual si así lo deseaba
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