viernes, 23 de octubre de 2009

VENDIENDO DISCOS

Casi toda mi vida he sido vendedor de discos, y vaya que esta historia ha estado salpicada de curiosas anécdotas de muy diversa índole. Un día llegó una señora joven acompañada de su anciano padre. Buscaban un vals bonito y antiguo o un tema hermoso y adecuado para que sus papás lo bailaran en la fiesta que les habían preparado con motivo de sus Bodas de Oro.
Precisamente había recibido días antes un magnífico disco de valses mexicanos, así que sin titubear, le dije: “A mire, tengo exactamente lo que necesita, recibí este disco que trae “Viva mi desgracia”…” ni siquiera pude continuar, el viejito, meneando la cabeza me replicó. – “Mire jovencito, ha sido muy difícil la vida, pero no como para celebrar con “Viva mi desgracia” –
Más como todo vendedor experto, de inmediato reparé la falta agregando: “Tiene razón, pero también trae un tema más apropiado, ¿Qué le parece “Morir por tu amor”?. Por supuesto que se llevó el disco.
Pero hay otra historia que me agradó mucho. Cierto día una turista española me solicitó que le recomendara algo de música mexicana, pero de cantantes nuevos, porque uno de sus amigos coleccionaba música mexicana y ya tenía Jorge Negrete, Pedro Infante, José Alfredo, Javier Solis, Vicente y Alejandro Fernández… ¿Qué le podía recomendar?. De inmediato le mostré varias propuestas, y para que se llevara algo en verdad de su gusto, abrí los discos para que los escuchara. El que más le gustó fue el de Dina Buendía, precisamente el último que le mostré.
Ella tomó sus discos, pasó a la caja, realizó su pago y luego se marchó. No hacía ni cinco minutos que se había ido cuando descubrí que en el reproductor se había quedado el disco de Dina. Ella se había llevado la cajita sola. Aquello me preocupó mucho, porque tratándose de una turista seguramente se daría cuenta hasta que llegara a España, y vaya disgusto que iba a pasar. Así que de inmediato salimos a buscarla por toda la plaza varios de mis compañeros, pero no la encontramos. Fuimos a la administración y solicitamos que la vocearan, pero no resultó. Ella, al parecer, había salido de inmediato de la plaza. ¿Cómo resolver el problema?.
Al rato pensé que a lo mejor la podíamos localizar en el hotel que estuviera hospedada, así que solicité a mi compañero de caja que me proporcionara el nombre por medio del bauche que había firmado y de inmediato me dí a la tarea de localizarla en los hoteles cercanos a la plaza. No me fue difícil, en efecto, la encontré en un hotel cercano, solo que en ese preciso momento estaba saliendo rumbo al aeropuerto y ya no podía alcanzarla.
Ella se mostró muy desilusionada por el error que cometí. Pero le dije que no se preocupara, que en el aeropuerto teníamos una tienda y ahí le iban a entregar su disco. Después llamé a mi compañero de la otra tienda, le expliqué el problema y él me aseguró que se lo iba a cambiar. Respiré aliviado y me olvidé del problema.
Como una hora después la chica española me llamó y me dijo más o menos lo siguiente:
-Quiero decirle que es la primera vez que vengo a México y me gustó mucho. Fui a conocer Palenque, Cancún, las pirámides de Teotihuacan, la ciudad de México, vine a Guadalajara, ví el ballet folklórico, hasta me tomé unos tequilas y escuché los mariachis. En todas partes me trataron muy bien, pero lo que usted hizo con el disco, cambió totalmente mi impresi{on de lo que son los mexicanos.”
Me dio mucho gusto lo que me dijo, aunque solo me había limitado a cumplir con mi trabajo. En ese momento sentí que había contribuido con mi granito de arena para el buen nombre de México.

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