Justo quiso ser monje, entregarse toda la vida al servicio de Dios, así que ingresó desde muy joven al monasterio soriano de Santa María de Huerta en España, pero poco tiempo después, en el año de 1961, antes de hacer los votos, enfermó de tuberculosis y se vio obligado a dejar la vida religiosa.
Después, cuando logró recuperarse, siguió su vida de campesino, más su corazón seguía obsesionado con Dios. Siendo así como un día surgió la idea de construirle una grandiosa catedral a su Señor y comenzó a vender todo cuanto poseía para iniciar la obra. Pero que sabía justo de arquitectura… nada. Ni siquiera de albañilería, porque él era tan solo un humilde trabajador del campo. Aún así puso manos a la obra. Visitó infinidad de templos, viajó a muchos lugares para conocer las catedrales, leyó cuanto libro se encontró a mano sobre arquitectura y catedrales y con la sola bendición de Dios, inició la construcción de su catedral.
La gente de su pueblo, Mejorada del Campo, cerca de Madrid, lo consideró un loco, un pobrecito deschavetado por la iluminación divina, y Justo se dio muy bien cuenta de lo que pensaban de él, pero no le importó. Vendió hasta la humilde casita que tenía para juntar un poco más de dinerito y se fue a vivir con su hermana, a una casa cercana al terreno que compró para construir su catedral. Desde entonces han pasado 44 años.
Lo que en un principio provocó risa, ahora provoca expresiones de admiración. Ni un solo día Justo ha dejado de trabajar en su obra. Continuamente la ha pasado recorriendo las calles, visitando los basureros, los lugares donde hay alguna demolición, para recoger pedazos de ladrillo, de bloque, fierro, plástico y todo lo que considere util para realizar su obra. Jamás ha tenido el apoyo de la iglesia católica, ni siquiera tiene los permisos correspondientes para construir la obra, pero Justo ha seguido adelante.
Con el tiempo, al ver que la cosa iba en serio, comenzó a llegar un poco de ayuda: una carretilla de arena, un par de sacos de cemento, un puñado de ladrillos y así es como hoy Justo ha levantado una enorme catedral cuya cúpula se alza a 40 metros del suelo. Ya está casi terminada toda la obra negra, hasta luce unas hermosísimas puertas que hace poco le regaló uno de sus tantos admiradores. Sí admiradores, porque ahora Don Justo y su catedral se han vuelto tan famosos, que a diario llega demasiada gente de toda España para contemplar la obra. Y es que debe usted saber que una cierta compañía hizo un comercial para un refresco teniendo a Don Justo como protagonista, así que ahora Mejorada del Campo, se ha convertido en un pueblo atiborrado de turistas que llegan a contemplar la obra.
Mucho se avanzó con los 30.000 euros que este humilde devoto recibió como pago por el comercial realizado y además los turistas depositan en una urna alguna que otra moneda. Así que Don Justo está mucho mejor que antes. Su catedral, aunque inconclusa luce demasiado original y hermosa. Hecha con chatarra y desperdicios, pero al fin de cuentas es una catedral y esto la hace majestuosa. Y más aún sabiendo todo lo que ello significa.
Dicen que han ido a ver la catedral más de 50 mil turistas. Y casi todos toman infinidad de fotos y quieren retratarse con Don Justo. A él quienes más le agradan son los estudiantes que llegan con el verano, porque en lugar de quitarle el tiempo, se ponen con él a trabajar.
Según cálculos de los entendidos, al paso que va la obra, llevará cosa de 15 o 20 años para terminarla. Le preguntan a Don Justo si logrará terminarla, porque ya tiene más de 80 años. Y ante semejante pregunta siempre sonríe y dice que a él solo le toca construir, lo demás se lo deja a Dios para que él decida.
Me encantó el comentario que hizo un periodista que realizó un reportaje sobre la catedral de Don Justo. Después de elogiar la obra de este humilde hombre, terminaba su artículo diciendo: ¿Porqué no hay más locos como este en el mundo, pero que en lugar de construír catedrales, hagan un montón de viviendas para los pobres, o dediquen su vida a resolver esos problemas tan grandes de nuestras comunidades.
En verdad que viendolo desde este punto de vista, en este mundo en verdad que nos hacen falta locos.
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