En cambio para las mujeres solo hay dos caminos posibles, ambos totalmente contrastantes. Con Dios o con el diablo. Quienes eligen la senda divina se marchan a Lhasa y van de convento en convento hasta encontrar algún espacio disponible. Ahí habrán de dedicarse a rezar y realizar labores manuales. No importa tanto la fe, lo que importa es la subsistencia.
Quienes eligen al diablo se marchan a Shigatse. Ahí no hay reglamentos, ni horarios, ni trabajos manuales y mucho menos rezos y más rezos, como es el caso de las monjas de Lhasa. En Shigatse, las mujeres llegan de los campos y se adueñan de las esquinas. Ahí, de pronto surgen los hombres amparados por la oscuridad de los callejones para solicitar sus servicios. Y ellas se marchan con ellos para pasar un rato de placer por unas miserables monedas. Una cantidad tan raquítica, que no alcanzaría ni siquiera para que nuestros hijos se compraran una golosina en el recreo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario