En los hermosísimos jardines del paraíso terrenal; ahí precisamente bajo el árbol de la sabiduría, creció un singular y hermosísimo rosal. Al abrirse la primera de sus rosas, de ella surgió un pájaro, cuyo vuelo era como un rayo de luz, su plumaje de luminosos y arrebatados colores y un canto arrobador que conducía al éxtasis a todo el que lo escuchaba.
A Eva le fascinaba aquélla ave majestuosa, por ello acudía con frecuencia a aquél rincón del Paraíso. La sabiduría no era de su mayor interés, para que no vaya a pensarse que le atraía demasiado el afamado árbol que propició tantos conflictos.
En una de aquellas escapadas que se daba para escuchar el canto de aquella ave maravillosa, apareció por ahí la serpiente provocando la historia que usted ya tiene por demás de conocida, y que como también usted lo sabe, terminó con la llegada de un ángel que con espada desenvainada, y que no era una espada cualquiera, porque era de fuego, echó fuera del bellísimo recinto a Eva por seductora y a Adan por alcahuete. Y no dude usted de que haya sido acuñada en aquél momento la frase de que “tanto peca el que mata la vaca, como el que le estira la pata”, misma que seguramente salió de la boca del ángel furibundo ante los reclamos del padre Adán cuando le alegó “y yo porqué?”.
Pero por favor no nos salgamos del tema. En uno de aquellos movimientos intimidatorios que hizo el colérico angelito, las chispas volaron aquí y allá desde su espada y una fue a caer directamente sobre el nido del hermoso pájaro que ardió de inmediato cual si hubiese caído sobre él todo el fuego del infierno. La pobre avecilla murió abrasada; pero por obra divina, porque no se explica de otra manera, estaba al parecer empollando un magnífico huevo; el cual con el fuego se puso al rojo vivo, y al romperse de él salió un ave aún más hermosa y reluciente: la llamada “Ave Fenix”.
Esta ave mitológica. Dicen que es semejante a un águila, de bellísimo plumaje color naranja, rojo y oro, y con una cresta que la hacía aún más fantástica. Relata Herodoto, el afamado historiador griego, que el jamás vio este maravillo pájaro, más que en pinturas, aunque no dudaba de su existencia. Decía que sólo visitaba el país cada 500 años; precisamente cuando el ave sentía que llegaba el momento de su muerte. Entonces realizaba un vuelo majestuoso que abarcaba todo el cielo conocido, viendo todos los bosques, que revisaba cuidadosamente hasta encontrar el árbol más alto para posarse y hacer su nido. Lo construía con hojas de plantas aromáticas: menta, ruda, eucalipto, casia, nardos, cinamoro, mirra y resina de pino. Después de realizada su hermosa obra, entonaba su hermosísimo canto invitando al sol para que enviara el fuego entre sus rayos.
El nido ardía como aromática y celestial ofrenda y el ave se consumía volviendo luego a resurgir renovada de sus cenizas, misas que tomaba entre sus garras, antes de emprender el vuelo, para luego dirigirse a la mítica ciudad de Helióplois, donde habría de depositarlas a manera de ofrenda en el altar del templo consagrado al sol.
1 comentario:
QUE MAGNIFICO RELATO SOBRE ESTA FASCINANTE AVE
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