martes, 17 de junio de 2008

LOS CARACOLES DE NERUDA

Pablo Neruda, el gran escritor y poeta chileno, fue un hombre comprometido con la realidad de su país. Esto lo llevó a ocupar diferentes cargos políticos; siendo electo senador en Chile, fue diplomático en Birmania, Ceilán y España, rechazando una candidatura a la presidencia de su país. Posteriormente sus ideas políticas le obligaron a exiliarse, viviendo en la Unión Soviética, China, México y diversos países europeos.
Un día don Carlos de la Torre, ilustre malacólogo de Cuba, le obsequió unos magníficos ejemplares de caracoles. Eran tan hermosos que aquellas conchas le provocaron una fascinación hasta entonces jamás experimentada. A partir de entonces comenzó su búsqueda frenética de ejemplares. Recorría las tiendas que había a las orillas de las playas, escudriñaba las boutiques elegantes de las enormes ciudades, se internó por los mercados callejeros y no había sitio que no visitara cuando tenía alguna referencia sobre la existencia de conchas marinas en alguno de aquellos lugares.
Alguna vez reveló que recorrió las playas de México, se sumergía en las aguas transparentes y recogía las conchas que encontraba. Lo mismo hizo en Cuba y en muchos otros lugares. Sus amigos le enviaban ejemplares de todo el mundo, muchos otros los compró e incluso confesó que hasta llegó al robo con tal de hacerse de un buen ejemplar.
Tuvo las especies más raras de los mares de China y Filipinas, del Japón y del Báltico, caracoles antárticos y polymitas cubanas, o caracoles de bellísimo colorido en rojo y azafrán, azul y morado y muchos otros de insólitos matices. Muy pocos en verdad le faltaron. Mucho lamentó haberse quedado sin aquél caracol verde de insólita belleza, oriundo del Matto Grosso brasileño, que alguna vez tuvo en sus manos, pero que le fue imposible comprar por carecer de dinero en ese momento.
Pronto se comenzaron a llenar todas las estanterías de su casa con aquellos hermosísimos ejemplares. Tenía más de quince mil, más una enorme cantidad de libros relacionados con el tema. Pero un día los agarró todos, los colocó en grandes cajas y los llevó a la Universidad de Chile. Se los entregó como un regalo, porque amaba tanto a la Universidad, que deseaba darle algo significativo, algo que en verdad le doliera desprenderse. Porque el verdadero amor debe ser tan generoso que hasta llegue al sacrificio.
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