jueves, 17 de julio de 2008

EL BUEN LADRON

Thomas Field entró a un banco en Palmerston North, a 145 kilómetros de Wellington, y con una actitud muy seria le pidió a la cajera que le entregara el dinero que tenía; la mujer se sintió amenazada y sin titubear obedeció la orden. Aquél extraño sujeto puso el dinero en una bolsa y salió presuroso de la institución bancaria para luego perderse entre las multitudes que caminaban por la calle a esa hora de la tarde.
Un poco más adelante Thomas llegó a una esquina muy concurrida y comenzó a repartir puños de billetes a todos los que pasaban. El hombre recibió abrazos, bendiciones y sonrisas de todos aquellos que recibían su donativo. Aquello era algo asombroso y aunque nadie entendía lo que sucedía, ninguno se negó a aceptar el insólito obsequio.
Cuando la policía logró atraparlo, el hombre se sentía el más feliz del mundo. No opuso resistencia alguna y con gusto espera su sentencia, porque creía haber realizado el más grande acto de su vida. No portaba arma alguna cuando lo revisaron y por supuesto que la bolsa de dinero estaba completamente vacía.

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