En un lugar tan gélido como Groenlandia, las flores frescas son un lujo inconcebible. Quien logra tener algunas de ellas invita a sus amistades para presumirlas y que todos puedan disfrutarlas. Una vez que se han marchitado, no hay nadie que se atreva a tirarlas; cuando algún familiar o amigo fallece, las flores son colocadas sobre la tumba como una ofrenda, aunque las recogen al retirarse y las llevan a casa para utilizarlas en una futura ocasión.
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