domingo, 27 de julio de 2008

LA PERSEVERANCIA DE PAVAROTTI

El padre de Luciano era panadero, pero las ganancias de la panadería no eran suficientes para mantener la casa, así que su madre también abandonaba diariamente la casa para ir a trabajar a una fábrica de puros. La vida no les era nada fácil.
Los domingos Luciano y su padre iban a la iglesia y ambos cantaban en el coro. Se dice que el padre de Luciano tenía una voz realmente hermosa. Podría muy bien haber triunfado como tenor en el mundo de la ópera, mas nunca tuvo el valor suficiente para encarar el destino. En cambio Luciano desde los doce años pregonó a los cuatro vientos que él iba a ser un cantante de ópera. Cosa que no fue muy del agrado de su progenitor, así que en todo momento trató de desanimarlo. Pero su madre lo alentó desde un principio y al final logró conseguir la aprobación para dedicarse al estudio del canto.
De todas formas Luciano buscó el modo de apoyar en el gasto familiar y se convirtió en maestro y posteriormente en vendedor de seguros. No le iba mal, pero vender seguros era desgastante: tenía que hablar demasiado y esto repercutía mucho en su voz, así que con gran dolor dejó la venta de seguros y se dedicó únicamente a la ópera. Después de varios años de estudios constantes y ocasionales actuaciones, Luciano se sentía desalentado. Sus amigos ya eran profesionistas y habían logrado cierto nivel económico, más él no recibía prácticamente nada con su carrera, así que a los veinticinco años decidió actuar por última vez en un escenario de ópera.
En su última actuación cantó como nunca. Se quitó los miedos y lleno de emoción arremetió con toda su alma cada una de sus arias. Aquella vez el público enloqueció y le brindó de pie la ovación más estridente que jamás había escuchado. Con los ojos llenos de lágrimas Luciano Pavarotti juró en ese momento que jamás volvería a dudar de su destino, aunque al llegar a casa su padre desestimó su actuación diciéndole que muchos otros lo hacían mejor que él, mientras que su madre con la voz entrecortada opacó las palabras de su marido al decirle: “Luciano, no solo triunfarás en Italia, sino en el mundo entero”.

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