miércoles, 24 de septiembre de 2008

EDITH PIAFF EL GORRION PARISINO

Cuando Anneta sintió los dolores de parto mandó de inmediato a su esposo Louis por una ambulancia, pero el marido era tan adicto a la bebida, que le pareció muy oportuno irse a tomar unas copitas para agarrar valor, ya ven que eso de ser padre no es nada sencillo, y al rato se le olvidó totalmente la encomienda. Así que Anneta se salió desesperada de su casa y ahí a las puertas de una casa, con el único auxilio de una enfermera vecina y un policía que tendió su capa en el piso, dio a luz a una pequeña que posteriormente fue llamada Edith.
Como Louis, el padre de Edith estaba en el ejército y Anneta, la madre era cantante de un centro nocturno de segunda categoría, la pequeña quedó al cuidado de la abuela, una anciana que hacía tan poco caso a la pequeña que a todas horas estaba sucia y con la piel llena de costras. El padre de la niña tuvo que regresar a recogerla, ya que su esposa desapareció y la abuela ya no la quería en casa. La niña luego fue a parar a la casa de su otra abuela., madre de su padre, quien dirigía un burdel en un pueblecito de Normandía. Y ahí por falta de atención no paró el asunto ya que las ocho damiselas que “trabajaban” en la casa se convirtieron en sus “madres” y la bañaban, peinaban, vestían y le enseñaron a ser una niña con buenos modales.
Cuando el padre de Edith salió del ejército la llevó a vivir consigo. El señor era acróbata y trabajaba en las calles presentando sus actos de acrobacia, así que la niña, ya de seis años, le servía para recoger las monedas entre los espectadores. Si estas no alcanzaban para pagar el hotel, no les quedaba otra que dormir en la calle, ya que no tenían un hogar seguro. Así transcurrió la vida de Edith hasta que a los 15 años abandonó a su padre y se fue a vivir con un mensajero, dedicándose a cantar por las calles, con un oficio semejante al de su padre. No faltó un vividor que quisiera prostituirla, más como ella se negó, la obligó a entregarle una cuota diaria de 30 francos de sus ganancias, cantidad que no era poca cosa para una cantante callejera. Hasta que un día cansada de este abuso se negó a pagarle, entonces el tipo sacó una pistola y le disparó. La bala tan solo le rozó el cuello, más ella asustada decidió irse de ahí yendo a parar a Montmartre, en el distrito de la Estrella, muy cercano al Arco del Triunfo. Ahí la descubrió un hombre llamado Louis Leplée, quien era administrador de uno de los cabarets más elegantes de Les Chapms Elisee. Y así fue como comenzó a cantar en un lugar más respetable. Su bienamado protector murió asesinado unas semanas después, más la carrera de Edith ya no se detendría. Después vinieron las grabaciones y las giras; sus grandes amoríos con cantantes famosos. Y la inmortalidad. Falleció el 11 de octubre de 1963. Hoy su nombre es sumamente conocido: Edith Piaff y se le considera la más grande intérprete de la canción francesa.
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