lunes, 29 de septiembre de 2008

LA HISTORIA DE EL TEQUILA

Una tribu de origen Nahuatl, a la que llamaban Tequila, Tiquilos o Tiquilinos, que al radicaba por esa zona de Amatitán, enfrentó en cierta ocasión una terrible tormenta eléctrica de vientos muy fuertes, semejante a la que tuvimos el jueves por la noche en esta ciudad de Guadalajara.
Los Tiquilinos sintieron que el cielo se derrumbaba sobre sus cabezas, aquello pareció la furia de los dioses desatada, pero en cuanto cedieron los vientos, y paró el torrencial aguacero que todo lo amenazaba, aquellos indígenas salieron a ver sus campos y hacer un recuento de los daños.
Los arroyos se habían desbordado llevando cuesta abajo sus aguadijales, Sus animales vagaban por los campos asustados y muchas zonas donde sembraban su maíz, ahora lucían como lagos.
En su recorrido de evaluación de daños, también encontraron, en el campo de los agaves, varios de ellos que estaban humeantes al haber sido alcanzados por los rayos. Se acercaron a ver lo sucedido, y el rico aroma que estos desprendían, debido al cocimiento, hizo que el más curioso de aquellos indios, cogiera una penca y se la llevara a la boca, descubriendo que era una auténtica delicia.
Pero otro de ellos, un poco más afortunado diría yo, bebió de un licor que destilaba del agave, y aquello le pareció una maravilla. Después de que todos ellos lo probaron, llegaron a la conclusión que aquello era un regalo de los dioses, por lo cual a partir de entonces lo incluyeron en sus ritos ceremoniales, provocando en sacerdotes, sabios y guerreros estados de luminosa euforia.
Los indígenas aprendieron luego a cocinar el agave en hornos primitivos hechos bajo la tierra, a remojar las pencas y fermentarlas. Y ellos vieron que aquella bebida era buena y la llamaron “metl”, que significa maravilla.
La planta del maguey se convirtió en algo sagrado para los indígenas, y a ella están relacionadas muchas de las leyendas de sus dioses. En los códices prehispánicos se hace referencia al agave, mencionando sus usos en la elaboración de alimentos, bebidas, azúcar, jabón, cuerdas e infinidad de cosas más. E incluso le encontraron propiedades medicinales.
Pero el gobierno colonial no vió con buenos ojos que los indios hicieran una bebida embriagante con el mezcal o el agave, así que lo prohibió, pasando este luego a la clandestinidad.
Más no vaya a creer que el gobierno encontró en aquella bebida una amenaza contra la sociedad y buenas costumbres de la época. No, para nada. La prohibición se debió a que el gobierno colonial quiso favorecer la importación de vinos y aguardientes españoles, así que prohibió la fabricación de todas aquellas bebidas que pudieran hacerles la competencia.
Pero a los indígenas les importó un comino la prohibición, y siguieron fabricando su néctar de los dioses, sin importarles en lo más mínimo las consecuencias.
Aquella bebida extraída del agave comenzó a cobrar popularidad. Pese a ser un delito, su elaboración continuaba realizándose en grandes proporciones. Y en uno de aquellos momentos apremiantes en que el gobierno andaba escaso de recursos, por allá por el siglo XVII, se optó por autorizarla y cobrar el impuesto correspondiente.
Gracias a ello, el erario pudo sufragar las primeras obras importantes para introducción de agua potable a la ciudad de Guadalajara y, años después, la construcción del palacio de gobierno de Jalisco.
Así, la destilación del entonces llamado vino de mezcal estuvo controlada por los españoles, quienes le dieron una actividad productiva que pronto conformó un mercado, generando el desarrollo de plantaciones de agave.
Al iniciar el siglo Diecinueve, ya existían 24 haciendas tequileras, 12 en Tequila y 12 en Amatitán.
Con la consumación de la Independencia en 1821, los licores españoles tuvieron dificultades para llegar a México, lo que permitió a los fabricantes de Tequila incrementar sus ventas en Guadalajara e iniciar su comercialización en la Ciudad de México y el centro del país.
El tequila comenzó a conquistar nuevos territorios y para el siglo XVIII ya se enviaba a los Estados Unidos, aunque el traslado era bastante difícil porque se hacía a través de carretas. La llegada del ferrocarril aceleró la expansión del comercio y la modernización industrial de las principales destilerías estuvo ligada a su exportación.
A finales del siglo Diecinueve y principios del Veinte, la fabricación de Tequila ya era una de las principales industrias en Jalisco, pero tuvo que competir con los aguardientes europeos que también llegaron a los Estados Unidos y se distribuían rápidamente de costa a costa a través del ferrocarril por todo Estados Unidos.
Entre la sociedad mexicana, en sus inicios el tequila fue despreciado, por ser considerado bebida propia del “populacho”, mientras que las bebidas francesas eran las apropiadas para la clase alta.
En el año de 1910, durante una exposición en San Antonio, Texas, se empezó a llamar a la bebida jalisciense del agave "vino de Tequila" y desde entonces se comenzó a utilizar la palabra "Tequila" como identificador del aguardiente.
La revolución mexicana provocó una euforia nacionalista y esto propició el incremento del tequila, además de que contó con el apoyo del cine mexicano de su “época de oro” de los años treintas y cuarentas, donde se logró una excelente difusión del producto, hasta convertirse en el más popular de México. También los grandes composiores mexicanos, como José Alfredo Jiménez hicieron lo suyo haciendo la bebida del agave demasiado popular.
A tanto llegó la popularidad del tequila, que incluso en el año de 1930, cuando llegó una epidemia de influenza española que atacó la parte norte del país, un médico afamado de la zona, recetaba una copita diaria para librarse de la enfermedad, cosa que luego muchos otros médicos imitaron. Por ello desde entonces, aunque ahora en son de broma, se recomiendan unos tequilas para librarse de la gripe.
Durante muchos años se buscó el reconocimiento internacional de la bebida, hasta que en mayo de 1997, México firmó con la Unión Europea un acuerdo para proteger la Denominación de Origen del Tequila, al igual que la tienen el Jerez, el Champaña y el Cognac.

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