Se cuenta que en tiempos remotos, en la antigua Italia, para evitar que el publico se aburriera mientras s se cambiaban los decorados en las funciones de teatro, saláin a escena unos cómicos con los cachetes inflados de aire, que hacían gestos exagerados y muchas gracejadas, y que se daban unos a otros de bofetadas haciendo que el aire fuera expulsado bufando de su boca de una forma ruidosa y divertida, provocando las carcajadas del público. De ahí nació la palabra bufón, viene de la palabra italiana “buffare” que significa soplar, y al cómico que salía con la boca llena de aire y recibía de bofetadas lo comenzaron a llamar a partir de entonces “bufón”. Término que ahora se aplica a la persona que se pone en ridículo para hacer reír a los demás.
Pero es en la edad media cuando el bufón adquiere un papel extremadamente relevante, ya que formaron parte de las cortes de palacio. Muchos piensan que el papel de bufón en esos tiempos era únicamente hacer gracejadas para el rey, y que ese papel podía ser ocupado por cualquier persona con ciertas habilidades y gracia. Casi como cualquier payaso común, pero no es así. Ser bufón de la corte requería de mucha astucia, inventiva, creatividad y tacto. El Rey no siempre estaba de buenas y había que andarse con cuidado.
Cuando el bufón era llamado ante el rey, debía mostrar toda su astucia, para atenderlo con ingenio, teniendo siempre una respuesta audaz, inteligente y para colmo, generalmente se le exigía que hablara siempre rimando las frases. Por lo cual se requería de suma habilidad y agudez de pensamiento. Muchos de los malos humores del rey siempre tuvieron su escape en el bufón y no faltaron bufones que terminaron sus días en la cárcel, torturados o asesinados por culpa de un mal chiste, falta de tacto o mala interpretación.
El bufón por lo general usaba un gorro con crestas, o con orejas y cascabeles. Su vestimenta era de colores brillantes y portaban bastones que tenían la empuñadura tallada con la cabeza del bufón.
Los bufones formaban parte de la servidumbre, aunque no faltaron aquellos que su papel fue tan destacado que gozaban de grandes privilegios y tratos especiales de parte de sus amos. El rey francés Francisco I tenía un bufón llamado Triboulet, al que apreciaba demasiado y lo llevaba a todas partes a donde iba, incluso a las batallas, más el bufón era tan asustadizo, que ante los cañonazos iba a meterse debajo de la cama. En una ocasión fue amenazado de muerte, y se lo contó al rey. Este le dijo en tono tranquilizador: “No te preocupes, el que se atreva a matarte será asesinado media hora después”, ante lo cual el ingenioso bufón le solicitó: ¿No podría su majestad hacerlo ejectura media hora antes?”
Jeffery Hudson, un hombrecillo de menos de medio metro de altura, fue el último bufón de la corte de Inglaterra. En una ocasión, mientras el rey Carlos I y la reina Enriqueta María estaban comiendo con el duque de Buckingham, y ya se disponían a partir un enorme pastel que habían traído los sirvientes,, ante su sorpresa Jeffery salió de él dando brincos. Esa fue la primera vez que alguien salió de un pastel, costumbre que se ha seguido haciendo hasta nuestros días.
Pero además de todo, en muchas ocasiones el bufón era un hábil consejero al que su majestad recurría en momentos de gran apuro. Con su agudo ingenio y cabeza fría, por lo general daba consejos muy acertados y por ello se les tenía en gran valía.
Esta tradición se perdió con el tiempo, y el bufón pasó a formar parte de los cuentos e historias fantásticas. Pero en el verano del 2005, la corte de Inglaterra, en un intento de recuperar las viejas tradiciones, seleccionó, entre cientos de aspirante, un bufón para la corte, mismo que debió vestirse y comportarse como los antiguos bufones de la corte.
Pero los bufones no solo fueron tradición de las cortes medievales. Hace como unos cuatro mil años, en la antigua China, un bufón llamado Yuze, trabajaba en la corte del emperador Chiiu Shih Huang-ti, a quien se le debe la construcción de la gran muralla china. Desde esa época ya se le había otorgado a este personaje el privilegio de burlarse del rey, hacerle sugerencias, e influir contundentemente en sus decisiones, aunque ello debería de realizarlo con tacto y cautela, pues de sobrepasarse o equivocarse, el chistoso personaje podía pagar con su propia vida.
Se sabe que para construir la muralla china fue necesario que muchas personas sacrificaran su vida. El emperador, no contento con esto, tuvo la idea de pintarla, poniendo con ello a temblar al pueblo, porque ya sabían lo que esto significaría. Más el bufón Yuste salvó la situación, sugiriéndole al emperador, medio en serio, medio en broma, que lo mejor era no pintar la muralla, y seguramente lo hizo muy bien, porque el Emperador cambió de opinión, ahorrándose con ello muchos años de trabajo y muchas más muertes.
Pero es en la edad media cuando el bufón adquiere un papel extremadamente relevante, ya que formaron parte de las cortes de palacio. Muchos piensan que el papel de bufón en esos tiempos era únicamente hacer gracejadas para el rey, y que ese papel podía ser ocupado por cualquier persona con ciertas habilidades y gracia. Casi como cualquier payaso común, pero no es así. Ser bufón de la corte requería de mucha astucia, inventiva, creatividad y tacto. El Rey no siempre estaba de buenas y había que andarse con cuidado.
Cuando el bufón era llamado ante el rey, debía mostrar toda su astucia, para atenderlo con ingenio, teniendo siempre una respuesta audaz, inteligente y para colmo, generalmente se le exigía que hablara siempre rimando las frases. Por lo cual se requería de suma habilidad y agudez de pensamiento. Muchos de los malos humores del rey siempre tuvieron su escape en el bufón y no faltaron bufones que terminaron sus días en la cárcel, torturados o asesinados por culpa de un mal chiste, falta de tacto o mala interpretación.
El bufón por lo general usaba un gorro con crestas, o con orejas y cascabeles. Su vestimenta era de colores brillantes y portaban bastones que tenían la empuñadura tallada con la cabeza del bufón.
Los bufones formaban parte de la servidumbre, aunque no faltaron aquellos que su papel fue tan destacado que gozaban de grandes privilegios y tratos especiales de parte de sus amos. El rey francés Francisco I tenía un bufón llamado Triboulet, al que apreciaba demasiado y lo llevaba a todas partes a donde iba, incluso a las batallas, más el bufón era tan asustadizo, que ante los cañonazos iba a meterse debajo de la cama. En una ocasión fue amenazado de muerte, y se lo contó al rey. Este le dijo en tono tranquilizador: “No te preocupes, el que se atreva a matarte será asesinado media hora después”, ante lo cual el ingenioso bufón le solicitó: ¿No podría su majestad hacerlo ejectura media hora antes?”
Jeffery Hudson, un hombrecillo de menos de medio metro de altura, fue el último bufón de la corte de Inglaterra. En una ocasión, mientras el rey Carlos I y la reina Enriqueta María estaban comiendo con el duque de Buckingham, y ya se disponían a partir un enorme pastel que habían traído los sirvientes,, ante su sorpresa Jeffery salió de él dando brincos. Esa fue la primera vez que alguien salió de un pastel, costumbre que se ha seguido haciendo hasta nuestros días.
Pero además de todo, en muchas ocasiones el bufón era un hábil consejero al que su majestad recurría en momentos de gran apuro. Con su agudo ingenio y cabeza fría, por lo general daba consejos muy acertados y por ello se les tenía en gran valía.
Esta tradición se perdió con el tiempo, y el bufón pasó a formar parte de los cuentos e historias fantásticas. Pero en el verano del 2005, la corte de Inglaterra, en un intento de recuperar las viejas tradiciones, seleccionó, entre cientos de aspirante, un bufón para la corte, mismo que debió vestirse y comportarse como los antiguos bufones de la corte.
Pero los bufones no solo fueron tradición de las cortes medievales. Hace como unos cuatro mil años, en la antigua China, un bufón llamado Yuze, trabajaba en la corte del emperador Chiiu Shih Huang-ti, a quien se le debe la construcción de la gran muralla china. Desde esa época ya se le había otorgado a este personaje el privilegio de burlarse del rey, hacerle sugerencias, e influir contundentemente en sus decisiones, aunque ello debería de realizarlo con tacto y cautela, pues de sobrepasarse o equivocarse, el chistoso personaje podía pagar con su propia vida.
Se sabe que para construir la muralla china fue necesario que muchas personas sacrificaran su vida. El emperador, no contento con esto, tuvo la idea de pintarla, poniendo con ello a temblar al pueblo, porque ya sabían lo que esto significaría. Más el bufón Yuste salvó la situación, sugiriéndole al emperador, medio en serio, medio en broma, que lo mejor era no pintar la muralla, y seguramente lo hizo muy bien, porque el Emperador cambió de opinión, ahorrándose con ello muchos años de trabajo y muchas más muertes.
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