
Después el hara-kiri se convirtió en una tradición, reservada exclusivamente para los samuráis, quienes lo ejecutaban en una ceremonia religiosa y por orden del emperador, quien les daba a conocer su disposición a través de un comunicado. El mandato iba acompañado de una daga ricamente adornada, que tenía que ser devuelta a la casa imperial manchada de sangre, en prueba de que la orden había sido ejecutada. En caso de desobediencia, el deshonor le perseguía al samurai desobediente y a su familia durante generaciones.
Por supuesto que el hara-kiri ya pasó por fortuna a la historia y en la actualidad ya no existen emperadores que den este tipo de órdenes contra sus súbditos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario