Mumbay, la ciudad hindú antes conocida como Bombay, es una ciudad atestada de gente. Es, según el decir de quienes la conocen, una ciudad sucia y maloliente, llena de limitaciones y con una población que vive inmersa en un mundo de tradiciones ancestrales.
En el corazón de esta exótica ciudad existe el llamado Dhabi Gahts, que es una especie de barrio, circundado por un alto muro, donde existe la mayor lavandería del mundo. Es un mundo de casitas humildes, de tejabanes donde lo único que hay son piedras de lavar y montones de ropa, enormes montones de ropa. Ahí laboran aproximadamente 10,000 trabajadores enfrascados en una misma rutina: lavar, enjuagar, secar, planchar y entregar al cliente, para luego volver a empezar.
El oficio lo desempeñan lo desempeñan hombres que reciben casi nulo apoyo de sus esposas, algo totalmente inusual, ya que este oficio es por lo general exclusivo de las mujeres, más no así en Mumbay. Más ellos se sienten orgullosos de este oficio que han heredado de sus padres y abuelos.
Desde horas muy tempranas, antes de que comience a despuntar el alba, un mundo de hombres comienzan a desempeñar sus labores. Pasan prácticamente todo el día, durante toda su vida, mojando ropa, enjabonándola, arrancándole la mugre a golpes.
Aquél extraño barrio se convierte en un hervidero de personas moviendo prendas de ropa de uno a otro lado como si se tratase de un enorme hormiguero. Por todo aquél laberinto de techos maltratados se escucha un monótono y constante golpeteo proveniente de los lavaderos. Y de pronto a una determinada hora de la mañana todo parece aquietarse, todos hacen una pausa para comer su pequeña ración del día: un puñado de arroz o sopa de lentejas, acompañada de té. Proceso que se repite al mediodía donde volverá a comer lo mismo, o tal vez haga un poco de variedad con una mezcla de vegetales con salsa, algo de arroz y un pedazo de pan que llaman chapatis, el pan preferido de los hindúes. Ya cuando va cayendo el sol, se suspenden las labores para ir a su casa a dar una raquítica cena, charlar quizás un poco con la esposa, regañar a los chiquillos y caer luego rendido sobre su pobre camastro.
¿Cuánto gana una de estas personas por lavar y lavar todo el día?. No más del equivalente a 500 pesos mexicanos al mes. Y con eso viven contentos. Pero dentro de todas estas limitaciones existe algo difícil de soportar: la mafia.
Su líder se llama Munnabhai y es un buitre que ha sabido sacar de todo ello una gran tajada sin siquiera haberse mojado alguna vez las manos. Él es prácticamente el dueño de la mayoría de los lavaderos. Es el hombre al que todos conocen y respetan, el amo y señor absoluto que decide quien trabaja y quien no, así que todos se someten a sus caprichos con tal de mantenerse en el lavadero, pagando, por supuesto la cuota correspondiente.
Este enorme lavadero surgió en la época en que la India era una colonia británica. Los administradores británicos decidieron construir en la zona llamada Saat Rasta, una especie de lavandería gigantesca para cubrir sus propias necesidades y las del Ejército de su majestad. Así es como surgió este afamado barrio, donde hoy se lavan diariamente toneladas de ropa cobrando por ello un aproximado de $1.60 por cada prenda. Muy barato ciertamente. De lo cual si bien les va se quedarán con los .60ctvs. porque lo demás será para su cacique Munnabhai y el gasto del jabón y el pago de la luz que se necesita para desempeñar su trabajo.
En el corazón de esta exótica ciudad existe el llamado Dhabi Gahts, que es una especie de barrio, circundado por un alto muro, donde existe la mayor lavandería del mundo. Es un mundo de casitas humildes, de tejabanes donde lo único que hay son piedras de lavar y montones de ropa, enormes montones de ropa. Ahí laboran aproximadamente 10,000 trabajadores enfrascados en una misma rutina: lavar, enjuagar, secar, planchar y entregar al cliente, para luego volver a empezar.
El oficio lo desempeñan lo desempeñan hombres que reciben casi nulo apoyo de sus esposas, algo totalmente inusual, ya que este oficio es por lo general exclusivo de las mujeres, más no así en Mumbay. Más ellos se sienten orgullosos de este oficio que han heredado de sus padres y abuelos.
Desde horas muy tempranas, antes de que comience a despuntar el alba, un mundo de hombres comienzan a desempeñar sus labores. Pasan prácticamente todo el día, durante toda su vida, mojando ropa, enjabonándola, arrancándole la mugre a golpes.
Aquél extraño barrio se convierte en un hervidero de personas moviendo prendas de ropa de uno a otro lado como si se tratase de un enorme hormiguero. Por todo aquél laberinto de techos maltratados se escucha un monótono y constante golpeteo proveniente de los lavaderos. Y de pronto a una determinada hora de la mañana todo parece aquietarse, todos hacen una pausa para comer su pequeña ración del día: un puñado de arroz o sopa de lentejas, acompañada de té. Proceso que se repite al mediodía donde volverá a comer lo mismo, o tal vez haga un poco de variedad con una mezcla de vegetales con salsa, algo de arroz y un pedazo de pan que llaman chapatis, el pan preferido de los hindúes. Ya cuando va cayendo el sol, se suspenden las labores para ir a su casa a dar una raquítica cena, charlar quizás un poco con la esposa, regañar a los chiquillos y caer luego rendido sobre su pobre camastro.
¿Cuánto gana una de estas personas por lavar y lavar todo el día?. No más del equivalente a 500 pesos mexicanos al mes. Y con eso viven contentos. Pero dentro de todas estas limitaciones existe algo difícil de soportar: la mafia.
Su líder se llama Munnabhai y es un buitre que ha sabido sacar de todo ello una gran tajada sin siquiera haberse mojado alguna vez las manos. Él es prácticamente el dueño de la mayoría de los lavaderos. Es el hombre al que todos conocen y respetan, el amo y señor absoluto que decide quien trabaja y quien no, así que todos se someten a sus caprichos con tal de mantenerse en el lavadero, pagando, por supuesto la cuota correspondiente.
Este enorme lavadero surgió en la época en que la India era una colonia británica. Los administradores británicos decidieron construir en la zona llamada Saat Rasta, una especie de lavandería gigantesca para cubrir sus propias necesidades y las del Ejército de su majestad. Así es como surgió este afamado barrio, donde hoy se lavan diariamente toneladas de ropa cobrando por ello un aproximado de $1.60 por cada prenda. Muy barato ciertamente. De lo cual si bien les va se quedarán con los .60ctvs. porque lo demás será para su cacique Munnabhai y el gasto del jabón y el pago de la luz que se necesita para desempeñar su trabajo.
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