viernes, 24 de octubre de 2008

LOPE DE AGUIRRE

En 1584, Lope de Aguirre escoltaba a un grupo de esclavos indígenas desde las minas de Potosí (en Bolivia) hasta uno de los depósitos del tesoro real. Los indios fueron cargados ilegalmente con grandes cantidades de plata y un funcionario local, al darse cuenta de ello, mandó arrestar a Aguirre, para luego sentenciarlo a recibir dos mil azotes, en castigo por maltratar de aquella manera a los indios.
Cuando Aguirre conoció la sentencia rogó y suplicó al funcionario para que le cambiara la sentencia. Él no debía ser humillado de aquella manera porque era un hombre noble. Le solicitó que mejor ordenara su muerte. Más el Alcalde Esquivel, quien le había dado la sentencia, se negó rotundamente a concederle su petición.
Aguirre fue sacado de prisión y un verdugo lo subió al lomo de una bestia, lo amarró y luego procedió a darle los 2000 azotes.
Una vez liberado, Aguirre dijo que aquella afrenta jamás se la perdonaría al Alcalde, quien tendría que pagar con su vida los dos mil azotes ordenados. Cuando el mandato de Esquivel expiró, huyó a la ciudad de Lima, sabiendo que Aguirre era un hombre duro que intentaría cumplir su palabra. Pero antes de quince días el Alcalde supo que Aguirre había llegado a la ciudad e intentaba localizarlo. El alcalde de inmediato huyó aterrorizado de la ciudad. Aguirre lo siguió buscando de ciudad en ciudad, por un lapso de tres años y cuatro meses, después de lo cual lo encontró en la ciudad de Cuzco.
Esquivel no quiso huir, ya había corrido demasiado. ¿Ha donde podía marcharse que no lo encontrara Aguirre?. Decidió permanecer en Cuzco animado con el gobierno tan estricto que regía la ciudad, pensando que Aguirre no se atrevería a tocarlo en aquél lugar. Se fue a vivir a una casa cercana a la catedral, y no salía jamás si no llevaba un arma fajada a la cintura.
Sin embargo, un cierto lunes, Aguirre entró a la casa de Esquivel. Lo fue buscando por cada una de las habitaciones hasta que dio con él en la biblioteca. El alcalde dormía profundamente con un libro casi cayéndose de sus manos. Ahí mismo Aguirre le quitó la vida dándole varias puñaladas. Después Aguirre salió tranquilamente de la casa. Cuadras más allá se dio cuanta que había olvidado su sombrero. Regresó tranquilamente, entró a la biblioteca, donde aún continuaba el cadáver desangrándose, tomó su sombrero y esta vez salió caminando hasta llegar al final de Cuzco, para luego perderse por uno de los caminos que iban a quien sabe donde.

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