martes, 18 de noviembre de 2008

EL NIÑO FIDENCIO II

En los tiempos del niño Fidencio, la iglesia católica tenía serios problemas con el gobierno. Los templos estaban cerrados, los sacerdotes se escondían, y los fieles se encontraban totalmente desprotegidos, como ovejas sin pastor. Esto explica el porqué surgió la Iglesia Fidencista donde se celebraba misa y se administraban los sacramentos. Siendo el niño Fidencio el ministro que dirigía el culto.
Aquello por supuesto que no fue visto con buenos ojos, así que en 1936, el obispo de Monterrey exortó a Fidencio para que se abstuviera de continuar ejerciendo un ministerio que no le correspondía. Fidencio acató la orden, más fue tan solo por un breve tiempo, ya que semanas después continuó fungiendo como sumo sacerdote en su iglesia fidencista.
Mientras tanto las curaciones y milagros se mostraban en abundancia. Fidencio trabajaba sin descanso.
Fue tanta la demanda de curaciones que Fidencio trabajaba demasiado y con muy pocas horas de descanso. Por ello dicen que murió de fatiga, poco antes de cumplir los 30 años. El 19 de octubre de 1938.
Más su iglesia continúa hasta hoy en día. Tanto en espinazo como en muchos lugares de la zona, e incluso al otro lado de la frontera, existen innumerables curanderos que se autonombran “cajitas” y que según ellos tienen el espíritu del Niño Fidencio, quien les ha transmitido sus poderes curativos. Estos curanderos piden jugosas cantidades de dinero y realizan rituales muy alejados de los que hacía Fidencio. Incluso han llegado al extremo de tener una imagen donde han sustituido el rostro de la Virgen de Guadalupe por una fotografía del Niño Fidencio.
En octubre, durante cuatro días (nacimiento y muerte del niño), y en marzo (en el día de su santo), el pueblo de Espinazo se llena con miles de personas quienes vienen a renovar su fe y rendirle tributo al Niño. Vienen de México y los Estados Unidos. La tradición exige que antes de entrar al pueblo se le den tres vueltas a un árbol sagrado, ya que de no hacerlo no saldrán con bien del pueblo. Y para llegar al altar del Santo Niño Fidencio, como ahora lo llaman, hay que llegar de rodillas por todo el camino empedrado, además de tomar un baño de purificación en una alberca de agua fangosa y ser hundidos tres veces por las llamadas “cajitas”

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