sábado, 8 de noviembre de 2008

ESOPO

Esopo fue un fabulista griego, creador de grandes historias llenas de moraleja. Sus pequeñas narraciones casi siempre trataban sobre animales, y fueron transmitidas en forma oral. Y aunque nunca dejó nada escrito, sus creaciones luego fueron recreadas en verso por el poeta griego Babrio, aproximadamente en el siglo II antes de Cristo, y posteriormente el poeta romando Fedro las reescribió en latín en el siglo primero de la era Cristiana.
Dicen que Esopo, vivió entre los años 550 y 620 a.C.. Al parecer fue esclavo de un tal Janto de Samos, quien lo apreciaba tanto que le dio el don de la libertad. Debido a su gran reputación, el rey Creso, de quien hablé en la cápsula anterior, le llamó a su corte, lo colmó de favores, lo envió luego a consultar el oráculo de Delfos, a ofrecer sacrificios en su nombre, y a distribuir recompensas entre los sacerdotes de la ciudad. A Esopo, quien era un hombre amante de la rectitud, le molestó mucho la actitud de los sacerdotes, a quienes les descubrió fraudes y una codicia desmedida. Y como Esopo era un hombre de inteligencia muy aguda, no perdía la oportunidad de manifestar duras críticas al poder público y a las costumbres sociales de sus contemporáneos. Esto, por supuesto, que no era muy del agrado de los afectados. Y tampoco fueron del agrado de los sacerdotes sus agudezas. Les reprochó su actitud con una serie de sarcasmos, limitándose a ofrecer a los dioses los sacrificios mandados por Creso, para luego regresar ante el rey y devolverle las riquezas que se le habían entregado, por juzgar que no merecían aquellos sinvergüenzas obsequio alguno.
Aquella actitud de Esopo los molestó mucho, y por ello decidieron vengarse, escondiendo entre sus equipajes una copa de oro consagrada a Apolo, luego lo acusaron de robo y lo condenaron a muerte. Lo llevaron ante un precipicio, y antes de arrojarlo, Esopo les obsequió con su última fábula con su profética moraleja:
En el tiempo en que los animales hablaban el mismo lenguaje, un ratón se hizo amigo de una rana y la invitó a comer. Cuando se quedó bien llena la rana dijo: "Ven tú también a mi casa a comer, para llenarte bien". Le llevó a una charca y dijo: "Tienes que nadar". "No se nadar" respondió el ratón. La rana le contestó: "Ya te enseñaré". Y con una cuerda ató la pata del ratón a la suya, saltó a la charca y arrastró al ratón. El ratón, ahogándose exclamó: "Aun estando muerto me vengaré de ti estando tú viva". La rana se sumergió y al ratón se ahogó. Flotaba el ratón muerto en el agua y un cuervo lo arrebató con la rana atada y al comerse al ratón se comió también a la rana. Así se vengó el ratón de la rana. Lo mismo yo señores, al morir seré vuestra ruina. Y así sucedió, pues a la muerte de Esopo toda la población de sacerdotes fue extinguida por la peste.

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