Muhammad, el sha de Khwarezm, logró forjar, al cabo de muchas guerras, un gran imperio que se extendía hacia el oeste de la actual Turquía y el sur de Afganistán. El centro del imperio fue la gran capital asiática de Samarcanda. El sha tenía un ejército poderoso y bien entrenado, que le permitía movilizar a 200,000 guerreros en pocos días.
En 1219, Muhammad recibió una delegación enviada por el nuevo líder de Oriente, Gengis Kan. La delegación llevaba una buena cantidad de obsequios para el gran Muhammad. La intención de Gengis Kan era reabrir la Ruta de la Seda hacia Europa, y ofrecía compartir los beneficios con Muhammad, además prometió mantener la paz entre ambos imperios.
Muhammad, quien no conocía a aquel nuevo líder de Oriente, tomó como una auténtica arrogancia que se le tratara de igual a igual, así que ignoró la oferta de Kan, por lo cual volvieron sus emisarios con la mala noticia para su líder.
Gengis Kan no se desalentó y decidió intentarlo de nuevo. Esta vez le envió una caravana de cien camellos, cargados con artículos exóticos, obtenidos en los saqueos perpetrados en China. Sin embargo, antes de que la caravana llegara a su destino, fueron interceptados, les quitaron sus tesoros y los asesinaron.
Gengis Kan no entendía lo que pasaba, así que envió una tercera misión a Muhammad, para reiterar su oferta. Muhammad ordenó decapitar a uno de los embajadores de Kan; luego envió de regreso a los otros dos, con la cabeza rapada, todo un espantoso insulto según el código de honor de los mongoles. Kan montó en cólera, y le envió un mensaje al sha que decía: Has elegido la guerra. Sucederá lo que tenga que suceder; lo que acontecerá solo Dios lo sabe”. Luego movilizó sus fuerzas y en 1220 atacó la capital donde vivía el sha, lo capturó y ordenó ejecutarlo derramándole plata fundida en los ojos y en los oídos.
Gengis Khan se convirtió en el único dueño de la ruta de la seda y de la mayor parte del norte de Asia.
En 1219, Muhammad recibió una delegación enviada por el nuevo líder de Oriente, Gengis Kan. La delegación llevaba una buena cantidad de obsequios para el gran Muhammad. La intención de Gengis Kan era reabrir la Ruta de la Seda hacia Europa, y ofrecía compartir los beneficios con Muhammad, además prometió mantener la paz entre ambos imperios.
Muhammad, quien no conocía a aquel nuevo líder de Oriente, tomó como una auténtica arrogancia que se le tratara de igual a igual, así que ignoró la oferta de Kan, por lo cual volvieron sus emisarios con la mala noticia para su líder.
Gengis Kan no se desalentó y decidió intentarlo de nuevo. Esta vez le envió una caravana de cien camellos, cargados con artículos exóticos, obtenidos en los saqueos perpetrados en China. Sin embargo, antes de que la caravana llegara a su destino, fueron interceptados, les quitaron sus tesoros y los asesinaron.
Gengis Kan no entendía lo que pasaba, así que envió una tercera misión a Muhammad, para reiterar su oferta. Muhammad ordenó decapitar a uno de los embajadores de Kan; luego envió de regreso a los otros dos, con la cabeza rapada, todo un espantoso insulto según el código de honor de los mongoles. Kan montó en cólera, y le envió un mensaje al sha que decía: Has elegido la guerra. Sucederá lo que tenga que suceder; lo que acontecerá solo Dios lo sabe”. Luego movilizó sus fuerzas y en 1220 atacó la capital donde vivía el sha, lo capturó y ordenó ejecutarlo derramándole plata fundida en los ojos y en los oídos.
Gengis Khan se convirtió en el único dueño de la ruta de la seda y de la mayor parte del norte de Asia.
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