viernes, 22 de mayo de 2009

EL BASILISCO

En algunos pueblos de Latinoamérica cuando una gallina pone un huevo pequeño la gente siente pánico y va y los quema en el fuego de inmediato. Estos casi siempre son producto de una gallina vieja o un gallo colorado. Son temidos porque dicen que de allí tan solo nace un gusano que va a meterse en algún oscuro rincón de la casa hasta que se convierte en el temible basilisco. Un culebrón con cabeza de gallo que emite un monótono canto y se adentra por las noches en los aposentos, subiéndose a las camas y acercándose hasta el rostro de las personas dormidas para absorberles el aliento… la energía. Después la víctima enflaquece, tose… se va secando y, finalmente muere.
En el viejo continente también se habla del basilisco. Con un origen casi idéntico. Solo que el basilisco europeo además de robar el aliento, quien tiene la desgracia de mirarlo directamente a los ojos se convierte en piedra. Y los entendidos en el tema dicen que cuando un basilisco aparece en una casa lo único que puede detenerlo es el fuego. Más como nadie sabe donde se esconde porque es extremadamente escurridizo, lo más aconsejable es quemar la casa e incluso todo el gallinero.
Quienes no se atreven a un remedio tan drástico, deberán recurrir a un brujo experimentado, quien habrá de colocar dos varas de mechay en forma de cruz en las cuatro esquinas de la casa. A continuación regará el piso con agua bendita hirviendo. Con esta receta se tiene la certeza de que cuando muera el enfermo también fallecerá el basilisco y con ello se salvará el resto de la familia.

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