miércoles, 27 de mayo de 2009

LOS ESCLAVOS ROMANOS

Se estima que en los tiempos del Imperio Romano, uno de cada tres habitantes era esclavo, algunos en manos de particulares, los otros bajo el control del Estado. En tiempos más antiguos, el amo tenía derecho sobre la vida y las posesiones de su esclavo, incluyendo su mujer e hijos, al grado que podía deshacerse de estos si nacían con deformidades, o simplemente si así lo deseaba. Al esclavo lo podía tratar como a cualquier otra propiedad – regalarlo, venderlo o alquilarlo e incluso quitarle hasta la vida. Aunque en tiempos del emperador Claudio las cosas habían cambiado en este sentido, salvo que encontraran al esclavo robando, entonces podía pagarlo hasta con la misma vida. El esclavo era considerado como una simple cosa, y si alguien dañaba a alguno debía pagarle una indemnización a su dueño.
El mercado de esclavos en Roma estaba siempre muy bien surtido gracias a las continuas guerras en que estaban metidos los romanos para expandir su imperio. Tras la toma de Tarento en el año 209 A.C., durante la guerra final contra Anibal, se hicieron de 30,000 esclavos entre sus habitantes. En su batalla contra los griegos, en el año 68 A.C., su vencedor Emilio Paulo, vendió 150 000 prisioneros. Julio César, de una sola batalla en su conquista de las Galias logró 53,000 prisioneros que luego vendió en el mercado romano. Se calcula que el emperador César logró más de un millón de prisioneros galos, haciendo que se vendieran un promedio de 10,000 esclavos diarios en el mercado de Roma.
Y sabe usted cuánto valía un esclavo?. Si no tenía algo en especial y solo habría de servir para labores duras en el campo o las minas, su precio oscilaba entre seiscientos y dos mil sestercios. Y para que se de una idea del valor de los sestercios, un burro valía como quinientos. Los buenos esclavos, fuertes o con algún atractivo especial, valían como dos mil quinientos sestercios, o sea igual que cinco burros. Y como eran épocas de bonanza, cualquier familia de respeto tenía su buen puñado de esclavos en casa, aunque no fuera dueña de ningún burro.

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