lunes, 8 de junio de 2009

DEMÓSTENES

Demóstenes era hijo de un poderoso fabricante de armas, pero su padre murió cuando apenas contaba con tan solo siete años de edad, por lo cual toda la cuantiosa fortuna heredada quedó en manos de sus tutores, quienes hicieron muy buen uso de ella… en su propio provecho, despojando al pequeño de todo lo que le pertenecía.
Cuando Demóstenes cumplió la mayoría de edad entabló una demanda contra estos sinvergüenzas que se habían apropiado de su herencia, pero tan solo logró recuperar una pequeña parte de lo que le pertenecía, más sin embargo aquél triunfo le dio ánimos para incursionar en la política de Atenas, más el día de su primera intervención, su nerviosismo y tartamudez provocaron la burla de todos los presentes, consiguiendo una verdadera humillación.
Demóstenes había sufrido una dura derrota, pero no se dio por vencido. Tenía un portentoso talento, un carácter enérgico, espíritu tenaz y una fuerza de voluntad inquebrantable. Nada ni nadie impediría que construyera su propio camino. Lo que más le molestaba era su tartamudez. Su cabeza estaba llena de ideas que debía comunicar adecuadamente a su gente, pero ¿quién le presta atención a un tartamudo?. Por muy inteligente que seas, si no te expresas con propiedad, la gente no tan solo ignorará tu mensaje, sino que mostrará desprecio hacia tí. Demóstenes comprendió que para convencer y emocionar a las masas, debía corregir aquél impedimento y darle a su rostro y sus ademanes la movilidad y expresión necesarias para que valorizaran adecuadamente el contenido de sus palabras. Por ello se dedicó apasionadamente a construir su propio método de corrección, sometiéndose a duros y prolongados ejercicios de pronunciación. Se encerró en su casa y se rapó la mitad de la cabeza para no tener la tentación de salir a la calle prometiéndose no volver a hablar en público hasta que pudiera hacerlo correctamente. Frente a un espejo ensayaba las contracciones de su rostro, la posición de su cabeza, la postura de su busto, el movimiento de sus brazos, la soltura de sus ademanes, la entonación de cada una de sus palabras. Con humildad, paciencia y perseverancia comenzó poco a poco a construir la personalidad de un auténtico orador.
Después le dio por subir corriendo a la cima de los montes sometiendo sus pulmones a la prueba del cansancio, y una vez arriba recitaba en voz alta las composiciones de los grandes poetas de su tiempo, o se iba a la orilla del mar, donde se llenaba la boca de piedrecitas, para luego hacer sus prácticas de dicción intentando dominar el ruidoso sonido de las olas.
Con gran tenacidad y esfuerzo Demóstenes fue venciendo su tartamudez, dándole fluidez a sus palabras, ritmo y emotividad. Al final logró tal emotividad, fuerza, fluidez y poder de convencimiento en sus palabras que se convirtió en el más grande orador de su tiempo.

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