lunes, 8 de junio de 2009

REINHOLD MESSNER, EL ALPINISTA

En 1980, Reinhold Messner, se propuso escalar el Monte Everest sin los tradicionales sherpas, los hombres que ayudan con la carga. Sin un equipo de alpinistas de apoyo, decidió hacerlo solo, pero además no quiso llevar prácticamente nada, ni oxígeno, ni radio, ni escalera de aluminio o cuerdas. Su único equipo de montaña consistió en unos palos de esquí, un pico y una clavija para sujetar su propio cuerpo al suelo en caso de tormenta.
Su ascenso fue lento, muy lento, pero avanzó seguro y constante. La empresa no fue nada fácil, pero su determinación arrasó con los obstáculos. Más logró llegar a la cima, arrastrándose como un reptil y a punto de perder el sentido, más aún así completó su hazaña. Ahí en el picacho más alto del Everest descubrió la bandera dejada por los chinos en 1975. A su lado se sentó buen rato intentando recuperar un poco de sus fuerzas. Después sacó su cámara y se tomó algunas fotografías, cada una de las cuales le exigió un esfuerzo sobrehumano. En una de ellas aparece con toda la barba llena de hielos, con un par colgando de los bigotes que le dan toda la apariencia de foca.
Durante unos breves instantes contempló el cielo, sintió lo profundo de la soledad de las alturas y con un hondo suspiro inició el dificultoso descenso.
Tiempo después, ya en casa, aceptó dar una entrevista para la TV. El periodista, intentando lograr del alpinista unas frases de impacto le preguntó:
-“¿En que pensó usted cuando en el momento en que llegó a la cumbre del Everest?-
La respuesta que el entrevistador esperaba era quizás, que se sintió como quien toca a las puertas del cielo, o que fue el momento más grandioso de su vida y se sintió más cerca de Dios que nunca, o algo por el estilo. Pero aquél hombre pareció desconcertado ante la pregunta, se encogió de hombros, hizo un momento de silencio con una pausa que pareció más larga de lo debido y después lentamente respondió:
- “En nada, me sentía muy cansado” –
El entrevistador sintió pánico ante semejante respuesta. No era por supuesto lo que esperaba y por ello presionó a su entrevistado.
- Claro que estaba cansado, pero algo grande debías de haber pensado, o deseado con toda tu alma, porque era un momento muy especial, dime al menos lo que deseabas –
El alpinista, totalmente ajeno a la presión que se le ejercía, contestó con toda honestidad:
- Lo único que deseaba era volver a casa –
Años después Messner llegó a la cumbre del Lhoste, la cuarta montaña más alta del mundo, y se convirtió en el primer alpinista en la historia que escalaba las catorce montañas superiores a 8 000 metros, los catorce picos conocidos por los alpinistas con el nombre de “ochomiles” y que están todos en el Himalaya. Cuando bajó del Lhoste, mismo que escaló de la misma forma que el Everest, sin equipo de montañismo, un reportero le pregunto:
-¿Qué viste en lo alto de la montaña?-
Y él, con su misma simpleza de siempre le respondió:
- Nada, allí arriba no había nadie”

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