lunes, 13 de julio de 2009

ARROJADO A LOS PERROS

Una historia árabe, de un libro escrito allá por el siglo XIII, dice que un visir había servido a su amo durante unos treinta años y era reconocido y admirado por su lealtad, su sinceridad y su devoción a Dios. Su sinceridad, sin embargo, le había ganado en la corte muchos enemigos, que difundieron falsas historias sobre su ambigüedad y perfidia. Día y noche le llenaron los oídos al sultán, hasta que éste también comenzó a desconfiar del inocente visir y al fin condenó a muerte al hombre que le había servido fielmente durante tantos años.En aquél lugar era costumbre que los condenados a muerte fuesen atados de pies y manos y arrojados al corral en el cual el sultán tenía encerrados sus más feroces perros de caza, que de inmediato se abalanzaban sobre la víctima y la desgarraban.Sin embargo, antes de ser arrojado a los perros, el visir pidió que se le concediera un último deseo; “Me gustaría que me dieran diez días de gracia, para que pueda pagar mis deudas, cobrar lo que me deben, devolver los objetos cuya guarda me fue encomendada por la gente, distribuir mis bienes entre los miembros de mi familia y mis hijos, y designar un tutor para estos últimos”.Después de asegurarse de que el visir no se fugaría, el sultán concedió su pedido. El visir corrió a su casa, recogió cien monedas de oro y fue a visitar al cazador que cuidaba los perros del sultán. Le ofreció las cien monedas de oro y le dijo: “Déjame cuidar a los perros durante diez días”. El cazador aceptó y, durante los diez días que siguieron, el visir cuidó de las bestias con suma atención, limpiándolas, cepillándolas y alimentándolas de lo mejor. Al final del décimo día, los perros comían de sus manos. Al undécimo día, el visir fue llamado ante la presencia del sultán; se repitieron los cargos y el gobernante observó como ataban de pies y manos al visir y lo arrojaban a los perros.Sin embargo, en contra de lo que todos esperaban, cuando los perros lo vieron, corrieron hacia él meneando la cola. Le lamieron afectuosamente los hombros y comenzaron a juguetear a su alrededor. El sultán y los demás testigos del hecho quedaron pasmados. Cuando el sultán le preguntó por qué los perros le habían perdonado la vida, el visir contestó: “Estuve cuidando de estos perros durante diez días. Usted ha visto los resultados con sus propios ojos. Al sultán lo he cuidado durante treinta años, ¿y cual es el resultado? Me condenan a muerte sobre la base de las acusaciones de mis enemigos”.El sultán se sonrojó, avergonzado. No solo le perdonó la vida al visir, sino que le obsequió lujosas vestimentas nuevas y le entregó, prisioneros, a los hombres que lo habían calumniado. El noble visir los puso en libertad y siguió tratándolos con amabilidad.

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