En la Biblioteca Británica se conserva un antiguo manuscrito realizado a finales del siglo XIV, mismo que es una traducción directa del original cuyo título es “Los viajes de Sir John de Mandeville” y que según se cuenta fue escrito en Francia por el año de 1356. Este libro fue extremadamente popular en la edad media, mucho antes del descubrimiento de América.
En aquellos tiempos la ignorancia se cubría con la fantasía, provocada por el deseo de conocer lo hasta entonces desconocido, y si bien se hablaba de cosas maravillosas que había más allá de los mares, también su imaginación agregaba seres terroríficos que podían acabar con las pretensiones de aquellos que se adentraran en lo desconocido.
Fue por ello que al aparecer el libro de Sir John de Mandeville, la gente deseosa de adentrarse en lo desconocido, lo convirtió en un éxito fuera de lo común. El libro consta de dos partes. La primera es como una guía turística para peregrinos porque habla de Tierra Santa. La segunda es la descripción de un viaje a Oriente, que describe la travesía por islas lejanas, hasta llegar a la India y el Catay, lugar que hoy conocemos como China.
He aquí algunas de las cosas maravillosas que se narran en “Los viajes de Sir John de Mandeville”.
Antes del descubrimiento de América toda la atención y las fantasías de los europeos se centraban en el Oriente. Conocían las fantásticas historias escritas por Marco Polo. Despues Sir John de Mandeville les vino a llenar la cabeza de humo diciendo que en aquellos lugares había mucho oro y valiosas especies. También se encontraba la Fuente de la Eterna Juventud y el legendario Paraíso Terrenal. Pero no todo era miel sobre hojuelas: antes de llegar a estos idílicos lugares había que toparse con una buena cantidad de monstruos. Era imposible llegar ahí sin sufrir la embestida de los acéfalos (hombres sin cabezas pero con rostros en el pecho), los esciópodos (hombres con una sola pierna y un pie gigante), o las temidas amazonas (mujeres fuertes que se cortaban un pecho para poder usar el arco).
Una parte del libro dice: "A través del océano y más allá de muchas islas se llega a Nacumera, una isla hermosa y grande. Su perímetro mide más de mil millas. Todos los hombres y mujeres que la habitan tienen cabeza de perro y se les denomina cinocéfalos".
Dice Mandeville que aunque cualquiera puede emprender un viaje por el mundo entero, solo uno entre mil sería capaz de volver al punto de origen, pues debido a la inmensidad de la tierra y del mar se pueden tomar miles y miles de rutas. Pero nadie sabría dar con la ruta acertada para volver a su punto de origen, si no fuese por casualidad o por obra y gracia de Dios.
Sir John de Mandeville habla en su libro que la tierra es redonda, pero esto no era nada nuevo, ya se sabía desde mucho tiempo atrás, ya que Aristóteles, en el siglo IV a.C. lo sabía perfectamente, y hasta elaboró una teoría astronómica basada en la esfericidad del mundo.
Pero nadie estaba seguro de ello. Así que Cristobal Colón no fue quien pensó primero que nuestro mundo era esférico. Lo que sí es de admirársele es el hecho de que se atrevió a alejarse más de lo debido de las costas, aún con plena conciencia de que más allá lo esperaban monstruos y seres fantásticos dispuestos a arruinarle su objetivo.
Y volviendo a John de Mandeville, es necesario aclarar que el verdadero autor del libro se llamaba Jean de Bourgogne, un escritor francés del siglo XIV. Y de quien se dice que jamás emprendió viaje alguno a ningún lugar más allá de lo conocido. Todo fue producto de su imaginación. Y por supuesto que después del descubrimiento de América, su libro pasó totalmente de moda.
En aquellos tiempos la ignorancia se cubría con la fantasía, provocada por el deseo de conocer lo hasta entonces desconocido, y si bien se hablaba de cosas maravillosas que había más allá de los mares, también su imaginación agregaba seres terroríficos que podían acabar con las pretensiones de aquellos que se adentraran en lo desconocido.
Fue por ello que al aparecer el libro de Sir John de Mandeville, la gente deseosa de adentrarse en lo desconocido, lo convirtió en un éxito fuera de lo común. El libro consta de dos partes. La primera es como una guía turística para peregrinos porque habla de Tierra Santa. La segunda es la descripción de un viaje a Oriente, que describe la travesía por islas lejanas, hasta llegar a la India y el Catay, lugar que hoy conocemos como China.
He aquí algunas de las cosas maravillosas que se narran en “Los viajes de Sir John de Mandeville”.
Antes del descubrimiento de América toda la atención y las fantasías de los europeos se centraban en el Oriente. Conocían las fantásticas historias escritas por Marco Polo. Despues Sir John de Mandeville les vino a llenar la cabeza de humo diciendo que en aquellos lugares había mucho oro y valiosas especies. También se encontraba la Fuente de la Eterna Juventud y el legendario Paraíso Terrenal. Pero no todo era miel sobre hojuelas: antes de llegar a estos idílicos lugares había que toparse con una buena cantidad de monstruos. Era imposible llegar ahí sin sufrir la embestida de los acéfalos (hombres sin cabezas pero con rostros en el pecho), los esciópodos (hombres con una sola pierna y un pie gigante), o las temidas amazonas (mujeres fuertes que se cortaban un pecho para poder usar el arco).
Una parte del libro dice: "A través del océano y más allá de muchas islas se llega a Nacumera, una isla hermosa y grande. Su perímetro mide más de mil millas. Todos los hombres y mujeres que la habitan tienen cabeza de perro y se les denomina cinocéfalos".
Dice Mandeville que aunque cualquiera puede emprender un viaje por el mundo entero, solo uno entre mil sería capaz de volver al punto de origen, pues debido a la inmensidad de la tierra y del mar se pueden tomar miles y miles de rutas. Pero nadie sabría dar con la ruta acertada para volver a su punto de origen, si no fuese por casualidad o por obra y gracia de Dios.
Sir John de Mandeville habla en su libro que la tierra es redonda, pero esto no era nada nuevo, ya se sabía desde mucho tiempo atrás, ya que Aristóteles, en el siglo IV a.C. lo sabía perfectamente, y hasta elaboró una teoría astronómica basada en la esfericidad del mundo.
Pero nadie estaba seguro de ello. Así que Cristobal Colón no fue quien pensó primero que nuestro mundo era esférico. Lo que sí es de admirársele es el hecho de que se atrevió a alejarse más de lo debido de las costas, aún con plena conciencia de que más allá lo esperaban monstruos y seres fantásticos dispuestos a arruinarle su objetivo.
Y volviendo a John de Mandeville, es necesario aclarar que el verdadero autor del libro se llamaba Jean de Bourgogne, un escritor francés del siglo XIV. Y de quien se dice que jamás emprendió viaje alguno a ningún lugar más allá de lo conocido. Todo fue producto de su imaginación. Y por supuesto que después del descubrimiento de América, su libro pasó totalmente de moda.
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