domingo, 12 de septiembre de 2010

EL EFECTO PLACEBO

Antes de la Medicina Moderna, los médicos, curanderos, brujos y similares, preparaban un sin fin de brebajes y remedios, totalmente absurdos y carentes científicamente de eficacia. Pero inexplicablemente…. Curaban. Por ejemplo, en el siglo XVI uno de los tratamientos favoritos contra la hemorragia nasal de las mujeres, consistía en aplicarles una toalla empapada en vinagre. Pero no crea usted que ésta se ponía en la nariz o en la frente, como acostumbran hacer con los trapitos mojados que les ponen a los niños para dejar de sangrar, sino que en tiempos antiguos hacían que la paciente se sentara sobre la toalla.

Este tipo de ortodoxos remedios fueron más de los que se imagina: se utilizaba excremento de cocodrilo, aceite de gusano, sangre de lagarto, polvo de momias, sanguijuelas, privación de alimentos, cauterización y un sin fin de remedios que eran francamente ridículos. Pero… curaban.


Acaso será cierto que la gente se cura pasándole un huevo por todo el cuerpo?. O auyentando las enfermedades y maleficios barriendo el cuerpo con ramas de pirul, hierva Santa o no se que cosa?. Sí, sí se puede. Todo es cuestión de fé. Y no se trata de la fé en Dios, la virgen o los santos. Simplemente se trata de creer, de confiar, de esperar, de abandonarse totalmente a algo o a alguien. Tal y como lo hablamos hace tiempo de la famosa agua del Tlacote, que sanó a tantas y tantas gentes, y en realidad, tal y como se comprobó con estudios científicos, no era más que agua de poso común y corriente. Pero la gente creía y por eso sanaba.


En la medicina moderna también hay algo semejante a todo esto. Lo llaman Placebo. Y es un asunto un tanto inexplicable que asombra a los profesionales de la medicina, pero que se ha visto puede llegar a funcionar hasta en un 70% de los casos.


Hay hechos verdaderamente sorprendentes:


Como usted sabe hay dolores tan fuertes, como es el caso de los provocados por el cáncer, y los cuales solo pueden ser controlados a través de la morfina. Una poderosa droga que por desgracia crea adicción y lo peor de todo es que cada vez se requieren dosis mayores para lograr su eficacia. Es por ello que, sin que el paciente lo sepa, de pronto los médicos sustituyen la droga por una solución salina absolutamente inócua. Y aunque parezca increíble, la solución provoca el mismo efecto que la morfina en el paciente. Aunque el asunto no es tan fácil como pudiera imaginarse. Pero sirve el truco.


Médicamente se han atendido a muchos pacientes valiéndose del efecto placeo, desde cosas muy sencillas como eliminar las verrugas pintándolas con tinta de colores brillantes y sin propiedad alguna, pero convenciendo al paciente que es un remedio supereficaz, hasta operaciones ficticias.


Hace cosa de un par de años, el médico cirujano Bruce Moseley, del Veteran Affaire Medical Center de Houston, atendió a un tejano llamado Silvestre Colligan, de 76 y veterano de la Segunda Guerra Mundial. Este hombre padecía de artritis. Por lo cual el especialista decidió hacer una operación placebo, realizándole una incisión en la rodilla, misma que luego volvió a saturar. Por supuesto que antes de la intervención se trabajó con el paciente para hacerle creer que con la intervención quirúrgica quedaría perfectamente bien. Lo curioso del caso es que a las pocas semanas el paciente se restableció por completo, aliviándose de los síntomas de su dolencia. Ahora puede realizar prácticamente cualquier actividad sin problema alguno. Y lo curioso del caso es que ahora sabe Colligan que la operación fue de mentira, pero esto no ha afectado su estado.


En otro caso, en Venezuela se atendió a un grupo de niños asmáticos, demostrando la eficacia del placebo. En este caso cada vez que los pequeños usaban un inhalador antialérgico se les exponía a un fuerte olor a vainilla. A las dos semanas, ya solo se les administraba el aroma, pero la capacidad pulmonar de los pequeños mejoró como si estuvieran usando el inhalador auténtico.


Según el decir de los expertos, esto se debe al poder de la mente sobre la materia. Se trata de una demostración palpable de cómo nuestra expectativa psicológica es capaz de prevalecer sobre las señales que proceden de nuestro cuerpo.


Aunque no todo tipo de enfermedades se pueden tratar de esta manera, las que más resultan beneficiadas con el efecto placebo son el dolor crónico, la hipertensión, la angina de pecho, la depresión, la úlcera, el asma, la artritis y la migraña. Algunos entusiastas dicen que hasta se consiguen buenos resultados en las afecciones cardiacas y el cáncer.


Howard Brody, investigador de la Universidad Estatal de Michigan, dice que dentro de nuestro organismo existen sustancias químicas curativas. Si logramos aprender a pulsar los botones correctos y manejar las señales procedentes de nuestro entorno, estas vías químicas se activan.


El efecto placebo no es un acto de magia, tan solo es una forma de hacer que el organismo libere esas sustancias que son benéficas y curativas para el cuerpo, como pueden ser la dopamina y las endorfinas. Aunque los críticos más duros dicen que si los médicos se inclinan por apoyar este tipo de prácticas, vamos a volver a los tiempos en que se curaba a los pacientes con las vísceras de una gallina.

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