Un pescador dominguero estaba mirando por la borda de su barca, y vio a una serpiente que llevaba una rana entre los colmillos. Al pescador le dio pena la rana y alargó la mano, libró a la rana de las mandíbulas de la serpiente sin hacerle daño a esta, y la dejó en libertad. Pero entonces le dio lástima la serpiente, que también tendría hambre, y como no llevaba nada de comer, sacó una botella de aguardiente y derramó unas gotas en la boca del reptil. Este se largó muy satisfecho, y la rana se perdió muy contenta entre los tules de las orillas. Por supuesto que el pescador se sintió sumamente satisfecho con su buena obra.
Pero al rato, cuando más tranquilo estaba, oyó golpes en el costado de su barca y se asomó otra vez a mirar, y cuál no sería su asombro al ver que era la misma serpiente… que esta vez regresaba con dos ranas en sus mandíbulas.
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