domingo, 8 de junio de 2008

DE LA VANIDAD HUMANA (0007)

Se cuenta de Don Pedro II, emperador del Brasil, que compadecido de ver tantos pobres enfermos que andaban tirados por las calles, o morían abandonados en míseras casuchas, se hizo el propósito de levantar en Río de Janeiro un gran hospital para poder dar cabida a todo necesitado: para esto acudió a los buenos sentimientos de su pueblo. Pero el pueblo no respondió al llamamiento como él esperaba y los ricos se hicieron de oído sordo.
¿Qué hizo entonces el monarca? Conociendo los deseos de los ricos plebeyos en acceder a un título nobiliario, hizo saber que todos aquellos que aportaran una cantidad considerable de dinero, para fines benéficos, serían condecorados por el Emperador con títulos nobiliarios de marqueses, duques y condes según fuese la cantidad del donativo.
Además todos los donantes serían homenajeados en una gran placa de mármol colocada al frente del nuevo hospital de beneficencia. Pronto se llenó la lista, y el levantar el hospital fue ya cosa de poco tiempo. El día de su inauguración, fue grande la expectación por ver la gran placa de mármol cubierta en terciopelo rojo, donde esperaban ver sus nombres esculpidos. Más cuando Don Pedro develó la placa, lo único que encontraron fue una frase en latín que decía “De la vanidad humana para la miseria humana”

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