domingo, 8 de junio de 2008

EL COLIBRI (0006)

Se dice que los colibríes viajan hasta 3000 km en busca de alimento y humedad. Comen néctar de flores e insectos. Y como requieren tantas calorías por lo agitado de su vuelo, consumen un equivalente a lo que sería para una persona el ingerir 130 kg. de alimento en un solo día. Pueden vivir hasta 12 años, aunque su ciclo de vida regular es entre tres y cuatro años. Su velocidad de vuelo es de 48 km/h en vuelo normal y 80 km/h en escape.
En México y algunos países de América Latina, este hermoso animal, por desgracia, es cazado para efectos de brujerías y cosas por el estilo. Por ello casi me dio el infarto cuando fui por primera vez en mi vida a un tradicional mercado de mi ciudad, y vi bastantes colibríes disecados a la venta en un puesto de yerbas medicinales y artículos propios para la magia y brujería. Me pareció un crimen imperdonable.
Años después, entré a un pequeño restaurante, y después de haberle dado mi orden al mesero, abrí un libro y me puse a leer, pretendiendo hacer más amena la espera. Más no bien había comenzado la lectura, cuando de pronto entró al negocio un colibrí. Se quedó a medio restaurante batiendo sus alas, dejando a los presentes con las bocas abiertas y mudas por el asombro. ¿Qué hacía un colibrí ahí? Seguramente había entrado por accidente.
Después de unos breves momentos de mantener su vuelo estacionario, giró bruscamente dirigiéndose a una de las mesas, casi a la altura de los ojos de los comensales. Luego fue a otra y a otra, sin que nadie hiciera el menor intento de tocarlo. Todos sonreíamos con los ojos bien abiertos y llenos de incredulidad. ¡Que hermosísima avecilla. El colmo fue cuando con un rápido giro y ante mi total sorpresa se metió debajo de mi mesa, y al asomarme para buscarlo, con asombro me dí cuenta que se había parado, agarrándose con firmeza de la parte baja de mi pantalón.
Me sentí asombrado y lleno de desconcierto. Los clientes del restaurante se pusieron de pie para mirar lo que sucedía. Mientras yo, sin siquiera pensarlo un poco, extendí mi mano y lo tomé. El colibrí no opuso la menor resistencia, más todos los presentes pusieron cara de molestia y no faltó quién me suplicara que no le hiciera daño. Con aquél pequeño tesoro entre mis manos, me levante y abandoné la mesa, sintiendo la angustiosa mirada de todos sobre mí y su enorme desconcierto. Salí a la calle, y una vez ahí, abrí mi mano y lo dejé partir.
Pensé que volaría alejándose de inmediato del lugar, pero se metió de nuevo al restaurante, dio un rápido recorrido por entre las mesas, como para que todos lo disfrutaran de nuevo, y un minuto después salió del lugar, dejandonos a todos con una sonrisa en los labios y sin poder asimilar plenamente aquél insólito hecho.

2 comentarios:

Absalon Alberto Derma Salazar dijo...

Pues io no he tenido la experiencia de tener uno en mis manos, pero hace dos dias, tuve uno justo frente a mi, y fue una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida, realmente es un animalito que tiene la capacidad de hacer felices a las personas.

Gerardo dijo...

Justo ayer mis hijos y esposa trajeron un bebé colibrí de 3 cm que rescataron de la calle. Casi no vuela. Lo alimento constantemente y estoy buscando información para preservarlo lo mejor posible y liberarlo en el tiempo oportuno.

Gerardo Soria y mi correo es elquid1@hotmail.com por si alguien desea colaborar con valiosa información.