miércoles, 25 de junio de 2008

SADAKO, LA NIÑA DE LAS GRUYAS

Sadako Sasaki, tenía dos años de edad cuando Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. Ella no vivía en ese lugar, sino en un pueblo aledaño, pero los efectos de la radiación se manifestaron por toda la región. Todas las familias japonesas se llenaron de un gran temor cuando se enteraron de lo sucedido, más luego volvió la calma cuando su país reconoció la derrota y con ello se alejó el fantasma de un nuevo ataque.
Más recién cumplidos los 11 años, la pequeña Sadako comenzó a cojear. Un penetrante dolor le invadió su pierna y cada vez le fue más difícil dar un paso. ¡Le gustaba tanto ir a la escuela!, y ahora aquello se convertía en un suplicio, más no dejaba de ir a clases. Cuando fue llevada al doctor, tras los análisis, se le diagnosticó leucemia, a consecuencia de la radiación de la bomba atómica. No era la única víctima, muchos niños padecían lo mismo. Eran las víctimas inocentes de la barbarie humana.
Su inseparable amiga, Chizuko Hamamoto, sentía tanta pena por ella, que un día compró un pliego de papel dorado, y lo dobló una y otra vez, hasta formar con el una preciosa pieza de origami. Era una grulla dorada que depositó en las manos de Sadako mientras le decía: “¿Recuerdas aquella historia donde se cuenta que si logras plegar 1000 grullas de papel, los dioses te concederán un deseo que se hará realidad?”, “Aquí tienes tu primera grulla”.
Sadako se sintió feliz, tomó el regalo con auténtica devoción y recompensó a su amiga con una reverencia. Después le pidió a Chizuko que le enseñara a realizar las grullas de origami.

El asunto no resultó tan fácil, pero después de varios intentos Sadako construyó sus primeras grullas. A partir de ese momento comenzó a plegar tantas grullas como le fue posible.
Sadako dejó de ir a la escuela. Fue internada en el hospital debido al agravamiento de su enfermedad. Ahí conoció a un niño que también sufría los efectos de la radiación. Sadako intentó convencerlo de que se podría salvar si lograba doblar las mil grullas de papel. Pero el niño, quien apenas si podía hablar, le dijo con suma tristeza que a él ya ni los dioses podían ayudarlo, porque estaba seguro que pronto moriría. Aquella misma noche el pequeño murió, y Sadako lloró desconsolada pensando en que ella también podía morir. ¡Le faltaban tantas grullas!. Ni siquiera podía conseguir el papel para hacerlas.
Postrada en la cama, con la vista fija sobre el techo, la encontró su madre aquél día por la mañana cuando llegó a cuidarla. Le llevaba un regalo, envuelto en un papel ordinario. La niña sonrió agradecida y lo tomó entre sus manos. Pensó que era un puñado de hojas de papel para poder terminar sus grullas, pero no... era un hermoso kimono de seda fina que su madre le había elaborado. Sus ojos se le llenaron de lágrimas y con palabras entrecortadas le dijo a su madre: “Gracias mamá, haz hecho tanto por mi!”.
Se puso el hermosísimo kimono y se sintió sumamente feliz. Jamás había tenido uno en la vida. Entendía perfectamente bien que para comprar la tela sus padres tendrían que privarse de hasta lo indispensable. Por eso es que todo estaba bien. Aquella era una muestra de amor incomparable.
Después, tomó el papel con el que venía envuelto el regalo, lo alisó con las manos para quitarle las arrugas y logró construir con él seis hermosas grullas de color amarillo.
El 25 de octubre de 1955 los dioses vinieron con Sadako para hacerle cuentas. Encontraron que solo tenía a la mano 644 grullas, así que, con la cantidad incompleta, no fue posible concederle su deseo.
Todos sus compañeros de clase lloraron su muerte. Sadako había hecho demasiados amigos en la escuela. Muchos de ellos le habían enviado hojas de colores al hospital para ayudarla con su tarea, pero no habían sido suficientes. Alguien por ahí sugirió hacerle un monumento, y entre todos se pudieron a recaudar fondos para realizar la obra. En 1958, el parque de la Paz en Hiroshima, se colocó una estatua en honor de la niña Sadako. Tiene las manos levantadas al cielo, con una grulla de origami en cada mano. En la base de la escultura, una inscripción reza: “Este es nuestro grito, esta es nuestra plegaria; que haya paz en el mundo”.
En la ceremonia de la entrega del trofeo y clausura de la Copa Mundial de Fútbol, que se celebró en la ciudad de Yokohama, en junio de 2002, fueron arrojadas, desde lo más alto del estadio, millones de grullas que niños de todo el país confeccionaron con papel de colores. Como una muestra de paz de los niños de Japón para el mundo. El espíritu de Sadako y de muchos otros niños víctimas de la bomba atómica estuvo aquél día presente.

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