Una vez un niño de diez años trabajaba en una fábrica de Nápoles. Anhelaba ser cantor, pero su primer maestro lo desalentó. Le dijo que no podría cantar jamás, que tenía una voz chillona como el sonido del viento en las persianas. Pero su madre, una pobre campesina, le abrazó y le dijo que no creyera lo que le había dicho el maestro, que él cantaba muy bien y que ella haría lo que fuera necesario para conseguirle un buen instructor.
La pobre mujer consiguió quien le diera lecciones de canto, y eran tantas sus privaciones que durante mucho tiempo anduvo descalza para cubrir los gastos. Los elogios de aquella campesina y sus palabras de aliento, cambiaron la vida entera de aquel niño. Quizá haya oído usted también hablar de él. Cantaba ópera y se le conoce como Caruso.
La pobre mujer consiguió quien le diera lecciones de canto, y eran tantas sus privaciones que durante mucho tiempo anduvo descalza para cubrir los gastos. Los elogios de aquella campesina y sus palabras de aliento, cambiaron la vida entera de aquel niño. Quizá haya oído usted también hablar de él. Cantaba ópera y se le conoce como Caruso.
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