Había una vez en Armenia un rey que, como era muy curioso y necesitaba una nueva diversión, envió a sus heraldos por todo el país para que hicieran la siguiente proclama: “¡Escuchen todos! Aquél hombre, de entre todos ustedes, que demuestre ser el más grande de todos los mentirosos de Armenia, recibirá una manzana de oro puro, de las manos de su Majestad el Rey!”
Comenzó a llegar al palacio gente de cada ciudad y aldea del país, de todos los rangos y condiciones, príncipes, mercaderes, campesinos, sacerdotes, ricos y pobres, altos y bajos, gordos y flacos. Por cierto, no había escasez de mentirosos en el país, y cada uno contó su mentira al rey. Éste, sin embargo, había escuchado casi todo tipo de mentiras, y ninguna de las que ahora contaban lo convenció de ser la mejor.
El rey comenzó a cansarse de su nuevo deporte, y ya estaba pensando en cancelar la competencia sin declarar ganador alguno, cuando ante él se presentó un hombre pobre, vestido con harapos, que llevaba una jarra de barro bajo el brazo.
“¿Qué puedo hacer por tí?” preguntó su majestad.
“¡Su excelencia! – exclamó el pobre hombre, ligeramente cohibido -. Sin duda usted me recuerda. Usted me debe un cofre de oro, y he venido a cobrar la deuda.”
El rey muy molesto le replico: “Eres un perfecto mentiroso!, yo no te debo dinero alguno”. El pobre hombre sonrió triunfante y le dijo al rey: “”¡Ah! ¿Conque soy un perfecto mentiroso? ¡Entonces déme la manzana de oro!. El rey, al darse cuenta de que el hombre quería tenderle una trampa, trató de defenderse. –“No, no!, No eres ningún mentiroso”
El pobre, entonces triunfante agregó: “En tal caso, págueme el cofre de oro que me debe, Señor”.
El rey comprendió que no tenía escapatoria y le entregó la manzana de oro.
Comenzó a llegar al palacio gente de cada ciudad y aldea del país, de todos los rangos y condiciones, príncipes, mercaderes, campesinos, sacerdotes, ricos y pobres, altos y bajos, gordos y flacos. Por cierto, no había escasez de mentirosos en el país, y cada uno contó su mentira al rey. Éste, sin embargo, había escuchado casi todo tipo de mentiras, y ninguna de las que ahora contaban lo convenció de ser la mejor.
El rey comenzó a cansarse de su nuevo deporte, y ya estaba pensando en cancelar la competencia sin declarar ganador alguno, cuando ante él se presentó un hombre pobre, vestido con harapos, que llevaba una jarra de barro bajo el brazo.
“¿Qué puedo hacer por tí?” preguntó su majestad.
“¡Su excelencia! – exclamó el pobre hombre, ligeramente cohibido -. Sin duda usted me recuerda. Usted me debe un cofre de oro, y he venido a cobrar la deuda.”
El rey muy molesto le replico: “Eres un perfecto mentiroso!, yo no te debo dinero alguno”. El pobre hombre sonrió triunfante y le dijo al rey: “”¡Ah! ¿Conque soy un perfecto mentiroso? ¡Entonces déme la manzana de oro!. El rey, al darse cuenta de que el hombre quería tenderle una trampa, trató de defenderse. –“No, no!, No eres ningún mentiroso”
El pobre, entonces triunfante agregó: “En tal caso, págueme el cofre de oro que me debe, Señor”.
El rey comprendió que no tenía escapatoria y le entregó la manzana de oro.
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