
Según se cree, el tenedor ya existía en el oriente, más fue hasta el siglo XI cuando apareció en las mesas europeas. Esto fue obra de una mujer llamada Teodora, hija del emperador bizantino Constantino Ducas. Esta princesa asombró a los venecianos con sus refinamientos. Se mandó hacer un tenedor de oro de dos picos, con el cual sus eunucos le daban los trozos de alimento en la boca.
Cuando se divulgó la noticia, provocó una indignación general. De todas partes llegó la censura. No porque sus eunucos le dieran de comer en la boca, sino por el uso de aquél diabólico artefacto. Al grado que hasta la Iglesia Católica expresó públicamente su disconformidad por el uso del tenedor. San Pedro Damian amonestó a Teodora desde el púlpito por haber importado una moda no apta para buenos cristianos. Al rechazo religioso se sumó el social y el político. Desde ahí surgió la imagen del diablo con tridente.
Después, cuando aminoró la censura, y la costumbre fue propia de nobles y adinerados, el comer con tenedor se llegó a considerar una costumbre de gente cursi o afeminada. Por fortuna las ideas al respecto cambiaron, y ahora podemos comer con nuestros cubiertos sin que haya mayor problema.
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