domingo, 17 de agosto de 2008

EL MISTERIO DE LOS DROPA

En una de las regiones más apartadas del planeta, en lo alto de las montañas Bayan Kara Ula, sobre las fronteras de China y el Tíbet, a unos 640 kilómetros al sur de Lhasa, habitan dos tribus, los Dropa y los Han. Los Dropa son gente totalmente distinta a las demás razas existentes en este mundo. Son muy pequeños; no miden más allá de 1 metro y 25 centímetros, son amarillos y sus cabezas desproporcionadamente grandes, además de ser calvos. Y para hacerlos más diferentes aún, son de ojos muy grandes y azulados, y no tienen nada de oriental, como los demás habitantes de la zona. Son de cuerpo sumamente delgado y delicado, y un adulto pesa aproximadamente 50 kilos.
Según cuentan las escrituras tibetanas más antiguas, la raza humana no evolucionó en la Tierra, sino que llegó de una galaxia distante para colonizar el planeta, pero con el tiempo se perdió el conocimiento y la capacidad para realizar viajes intergalácticos.
En el Tibet se dice que una raza alienígena evolucionó en un mundo ubicado en el centro del universo. Esta raza se llamaba Lha y vivían en un hermoso planeta, con colinas, montañas, ríos y valles muy semejantes a los nuestros. En aquél planeta los Lha desarrollaron impresionantes poderes, más nunca lograron librarse del envejecimiento y la muerte.
Los Lha conocieron la tierra, que era una roca vacía desprovista de gente, animales y vegetación y una buena expedición de estos extraterrestres se vinieron a colonizarla. Con todos su poderes, sobre todo una forma de meditación llamada samten se, hicieron la Tierra habitable, llenándola de árboles, seres vivos y diversas formas de alimentación.
Pero un día probaron un alimento propio de la tierra, mismo que fue de su agrado, y esto provocó en ellos la desaparición de sus poderes, convirtiéndose en simples seres humanos.
Los Dropa, afirman haber venido de Sirio, una estrella binaria dentro de la constelación del Can Mayor, 8.6 años luz de la Tierra. Estas historias son parte de sus más antiguas tradiciones, sin que hayan sido influidas con informaciones sobre ovnis y extraterrestres provenientes del exterior, ya que la zona tan aislada en que viven, los mantuvo apartados de toda civilización.
El año de 1938, el profesor de arqueología Chi Pu Teide de la Universidad de Beijing, llevó a un grupo de estudiantes a una expedición a las montañas de Bayan Kara Ula, la región donde viven los Dropa y los Han. Ahí se dedicaron a explorar unas cuevas muy extrañas, de paredes cuadradas y cristalizadas, como si hubieran sido realizadas con una fuente de calor extremo. Sobre todo, que no tienen nada de natural, y manifiestan haber sido construidas por alguien.
Dentro de las cuevas encontraron de pronto lugares de entierro, y en ellos extraños esqueletos. Estos esqueletos eran pequeños y delgados y con cráneos muy desarrollados, aún más diferentes que los Dropa.
Lo primero que pensaron fue que los esqueletos pertenecían a una especie desconocida de primate, aunque luego reflexionando el maestro dijo: ¿Quién conoce algún primate, que entierre a otro?. Con esta reflexión se descartó la idea de los primates. ¿Entonces a quién pertenecían los esqueletos?
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