viernes, 24 de octubre de 2008

EL REY CON MAL ALIENTO

En cierta oportunidad, hablando el rey Hierón de Siracusa con uno de sus enemigos, este le recriminó al rey que tenía mal aliento. Hierón, consternado, en cuanto volvió a su palacio le dijo, en tono de reproche, a su esposa: “¿Cómo es que nunca me dijiste que yo tenía este problema?”. La esposa, una mujer simple, casta e inocente, le contestó: “Señor, yo pensé que el aliento de todos los hombres olía como el tuyo”.
Esto muestra que muchas veces nos enteramos de nuestros errores y debilidades más evidentes, ya sean físicos o de otra índole, y que resultan notorios y evidentes para todo el mundo, antes por parte de nuestros enemigos que por nuestros amigos y familiares.
Esta anécdota la contó Plutarco, quien vivió allá por entre los años 40 y 120 D.C.
Normalmente se desprecia a los enemigos; cualquiera puede hacerlo. Se ama a quien nos ama y se desprecia a quien nos desprecia. Sin enemigos a nuestro alrededor nos volvemos perezosos. Pero un enemigo que nos pisa los talones agudiza nuestro ingenio, nos mantiene despiertos y atentos
Decía Baltazar Gracián, allá por los años de 1600 y tantos: “Sepa cómo utilizar a sus enemigos para su propio beneficio. Deberá aprender a tomar la espada, no por la hoja, que no haría sino cortarle la mano, sino por la empuñadura, que le permitirá defenderse. El hombre sabio saca más beneficio de los enemigos que un tonto de sus amigos.

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