sábado, 27 de diciembre de 2008

JUAN SOLDADO

Al anochecer del 13 de febrero de 1938, desapareció de frente a su casa la menor de ocho años Olga Camacho Martínez. En ese tiempo la ciudad de Tijuana era pequeña, contaba con no más de 19,000 habitantes, razón por lo cual todos los vecinos se conocían. Al día siguiente de la desaparición, la pequeña ciudad era un caos, todos los vecinos estaban buscando la niña y hacia las diez de la mañana del día siguiente unos niños encontraron el cuerpecito degollado y ultrajado de la menor.
Era tan pequeña la ciudad que fue fácil para la policía detener sospechosos, en el esclarecimiento del crimen contribuyó el agente Ed Dieckmann, jefe de dactilografía del condado de San Diego. En cuanto el investigador vio la escena del crimen se dio cuenta que era un crimen fácil de resolver ya que el homicida había dejado huellas por doquier. Incluso había huellas del calzado del asesino que tenían una especial particularidad, la huella marcaba un diamante en el centro de la suela del zapato.
Entre los sospechosos estaba Juan Castillo Morales, un soldado raso quien al ser encarado se desplomó, lloró y pidió perdón, confesó que había cometido el crimen bajo la influencia del alcohol y la mariguana. Su mujer relató al investigador que una semana antes había sorprendido a Juan en el intento de violar a una sobrina suya.
La noche en que desapareció la niña Olga Camacho, el soldado Juan apareció en la casa de su amasia manchado de sangre, se quitó la ropa y le pidió que la lavara. Al revisar la ropa la policía encontró fibras de tela que correspondían con las encontradas en las uñitas de la niña asesinada.
De alguna manera toda esa información se filtró y los vecinos se amotinaron exigiendo se les entregara a Juan para lincharlo, durante la revuelta fue incendiada la jefatura de policía y la oficina de gobierno de la ciudad, se habla de que hubo más de 100 detenidos que participaron en la revuelta.
De alguna manera la policía local se deslindó de los hechos, bajo el argumento de que el asesino era un militar y el crimen estaba fuera de su jurisdicción, la justicia cambió de rango, por lo tanto fue el Comandante de la plaza militar, el General Contreras en quien recayó el hacer justicia. Con las pruebas a la vista, la justicia militar optó por hacerle juicio militar sumario al asesino Juan Castillo Morales, a la vista del grave crimen que cometió y la confesión que hizo sin ningún tipo de presión, fue encontrado culpable y sentenciado a muerte por el tribunal militar
La ley fuga fue un tipo de ejecución muy utilizado en México durante el periodo de la
Revolución Mexicana que sacudió al país hace ya casi cien años. Dicha ejecución consiste en juzgar y sentenciar a muerte en forma expedita al reo, llevarlo al lugar de su ejecución, liberarlo de las ataduras y vendas, y darle la oportunidad de huir, si las balas del pelotón de fusilamiento no lo alcanzan durante la huida es hombre libre. Las posibilidades de salir con vida son casi nulas.
En cumplimiento de dicha ley el reo fue trasladado la mañana del 17 de Febrero de 1938 al panteón municipal, dando oportunidad al preso de correr en búsqueda de su salvación antes de ser abatido. Eso ocurrió a la vista de los vecinos de la ciudad que se congregaron en las partes altas del panteón para atestiguar la muerte de Juan.
Así terminó sus días el violador y asesino Juan Castillo Morales, pero la historia no terminó ahí. Hay un antiguo rito moro en el que los agresores lanzan piedras a la tumba de la víctima pidiéndole perdón, eso fue lo que pasó con Juan, la gente comenzó a lanzar piedras a la tumba, de alguna forma sentían que de esta manera aplacaban su sentimiento de culpa, más luego no faltó quien dijera que Juan hacía milagros; agregando alguien más que Juan era inocente y que el verdadero culpable era un Capitán del ejército. Así nació el culto a Juan Soldado, el santo de los inmigrantes.
Actualmente en el viejo panteón de Puerta Blanca existen dos pequeñas capillas dedicadas a Juan Soldado, la primera está el fondo del panteón, sobre el lugar en donde murió abatido, la segunda capilla está por el pasillo principal, casi al ingresar y es donde se dice que está sepultado, en ambas capillas le rinden culto personas que tienen problemas para ingresar a
Estados Unidos o se dedican al tráfico de personas en la frontera. Ambas capillitas están repletas de ex-votos y cartas de agradecimiento por supuestos favores y milagros recibidos.
En cambio, la tumba de la niña Olga Camacho Martínez permanece en el olvido. Por alguna razón tanto la niña como su victimario fueron sepultados en el mismo panteón, posteriormente la familia de la niña Olga cambió su restos al panteón número dos de Tijuana en donde aún yacen y su tumba se conoce entre quienes conocen la historia de su muerte como la "tumba olvidada".

1 comentario:

Anónimo dijo...

JUAN SOLDADO NO ES MAS QUE UN PUERCO ASESINO VIOLADOR Y PARA TODOS LOS QUE LO ACLAMAN OJALA UN DIA LES VIOLEN A UN HIJO Y A SU ASESINO LE HAGAN UN SANTUARIO Y LO VENEREN PARA VER SI ASI SIGUEN OPINANDO LO MISMO ,