lunes, 8 de junio de 2009

KEVIN MITNICK EL HACKER

Desde muy pequeño Kevin Mitnick sintió una auténtica fascinación por las computadoras. Otros niños se obsesionan con los videojuegos, más no fue el caso de Kevin. Mostró tal audacia en este campo, que en 1980, cuando tan solo contaba con 16 años, encontró la forma de romper las normas de seguridad del sistema administrativo de su colegio e ingresó directamente hasta el archivo donde estaban sus calificaciones. Todo ello desde la computadora que tenía en casa. Pero no hizo ninguna alteración, ni había necesidad, sus calificaciones ya eran buenas.
Aquella primera experiencia le llenó de una onda satisfacción, así que a partir de entonces encontró el máximo placer en explorar y apropiarse de la valiosa información de las compañías conectadas a la red. Había nacido el más afamado Hacker de nuestro tiempo.
En 1981, junto con un par de amigos, se introdujo físicamente a las oficinas de Cosmos Pacific Bell, una base telefónica central utilizada por la mayoría de las compañías telefónicas norteamericanas, misma que controla el registro de llamadas y de ahí se robaron una lista de claves de seguridad, la combinación de las puertas de acceso de varias sucursales y manuales del sistema. Aquella información robada tenía un valor de 200 mil dólares. El chiste no les salió perfecto porque la novia de uno de ellos los delató, aunque por ser menor de edad, una corte juvenil lo sentenció a tres meses de cárcel y a un año bajo libertad condicional.
El custodio que fue comisionado para vigilar a Kevin, de pronto se dio cuenta que su teléfono personal estaba muerto. Reclamó a la compañía telefónica y ahí le reportaron que ni siquiera existía un registro a su nombre en el sistema. Señal de que Kevin continuaba haciendo de las suyas.
La venganza le parecía dulce, así que ingresó a los sistemas de la compañía telefónica y colocó una serie de números telefónicos para su servicio, los cuales eran imposibles de facturar. El nombre con el que los dio de alta, James Bond y todos ellos con terminación 007. Después ingresó a un sistema de tarjetas bancarias y se apropió de 20 mil números. Se robó el software de más de media docena de fabricantes de celulares y tenía el control de tres oficinas centrales de teléfonos en Manhatan y de todos los centros de conmutación de California, teniendo la posibilidad de escuchar cualquier conversación telefónica; o haciendo diabluras como alterar el registro de un teléfono particular, para que cada vez que el usuario levantara la bocina se escuchara una grabación que pedía depositara una moneda de .25 ctvs.
Al darse cuenta del robo sufrido se reportó de inmediato la situación al FBI. Un año más tarde fue arrestado de nuevo. Para entonces ya había accedido a la computadora del Pentágono. Lo sentenciaron a seis meses de cárcel en una prisión juvenil de California. No podían hacer más porque seguía siendo menor de edad.
Una vez libre continuó con sus fechorías e invadió el sistema de la compañía Microcorp System. Lo atraparon y sentenciaron a tres años de libertad condicional, más luego su expediente desapareció de la computadora de la policía local.
Decidió corregirse y buscó empleo en el Security Pacific Bank, pero al conocer sus antecedentes fue rechazado. En venganza entró a su sistema, modificó su balance y los hizo aparecer con pérdidas de mas de 400 millones de dólares. Más el administrador de la red se dio cuenta de la violación y detuvo a tiempo el informe. De haberse publicado había provocado una catástrofe.
Ese mismo año se inició el escándalo que lo llevó a la fama. Durante meses observó secretamente el correo electrónico de los miembros del departamento de seguridad de MCI Comunications y Digital Equipment Corporation, para conocer como estaban protegidos las computadoras y el sistema electrónico de ambas compañías. Luego de conocer suficiente información se apoderó de 16 códigos de seguridad de MCI y junto a su amigo, Lenny DiCicco, entraron en la red del laboratorio de Investigaciones de Digital Corporation, obteniendo una copia del prototipo del nuevo sistema operativo de seguridad. La compañía se dio cuenta del ataque y dieron aviso al FBI, quien comenzó a rastrear a los hackers.
Pero Mitnick fue un boquiflojo, le contó al jefe lo que habían hecho, y este de inmediato los denunció a Digital y al FBI.
Ambos fueron arrestados. La empresa afectada los acusó por un daño de 4 millones de dólares por el robo de su sistema operativo. Fue declarado Mitnik culpable de fraude en computadoras y posesión ilegal de códigos de acceso de larga distancia, prohibiéndole el uso del teléfono en la prisión, ya que a través de cualquier teléfono podía obtener acceso a las computadoras. Tan solo se le autorizó llamar a su abogado, a su esposa, a su madre y a su abuela y solo bajo supervisión de un oficial de la prisión.
El caso fue ampliamente difundido en los Estados Unidos. Su abogado convenció al juez que Mitnik sufría de adicción a las computadoras, al igual que un alcohólico, un drogadicto o un apostador. Gracias a esta maniobra, Mitnick fue tan solo sentenciado a un año de prisión, más el seguimiento de un programa de rehabilitación posterior de seis meses.
En 1991, Mitnick, ya era toda una gran figura que incluso había aparecido en la primera página del New York Times. John Markoff, escribió un libro con la historia y aventuras del hacker, cosa que le molestó bastante, ya que su cuenta de correo electrónico fue sobresaturada con tantos admiradores que logró a nivel mundial.
En 1992, Mitnick ingresó a trabajar a una agencia de detectives, donde hizo un manejo ilegal de la base de datos, interviniendo de inmediato el FBI quien determinó que había violado los términos de su libertad condicional. Allanaron su morada, pero Mitnick no fue encontrado convirtiéndose en prófugo de la justicia.
El Departamento de Vehículos de California ofreció una recompensa de 1 millón de dólares a quien arrestara a Mitnick, por algunas fraudulentas maniobras que realizó en su sistema. Parecía un imposible atraparlo, porque había perfeccionado al máximo su forma de operar a través de teléfonos celulares.
En la navidad de 1994 Mitnick invadió la computadora de Tsutomu Shimomura, un físico computista y experto en sistemas de seguridad del San Diego Supercomputer Center, quien era un excelente hacker, pero dentro de la legalidad. Le sorprendió ver como alguien había invadido su sistema con un método muy sofisticado, que jamás había visto. El intruso le había robado su cuenta de correo, software para el control de teléfonos celulares y varias herramientas de seguridad. Shimomura, herido en su orgullo personal, decidió ir a la caza del culpable.
Posteriormente Shimomura descubrió que Mitnick había creado una cuenta fantasma en la compañía The Well y desde ahí lanzaba con las herramientas de Shimomura ataques contra los sistemas de Motorola, Apple y Qualcomm. Shimomura se puso en contacto con los jefes de sistemas de estas compañías y uniendo fuerzas lograron detectar que las llamadas provenían de Raleigh, California.
Con el apoyo del FBI, más un equipo de rastreo creado por Shimomura, y después de sortear infinidad de problemas, lograron encontrar el departamento donde se escondía el infractor. El FBI tocó a la puerta y Mitnick abrió sin sospechar que había caído nuevamente en poder de la justicia. Le decomisaron una enorme cantidad de material de cómputo y equipo telefónico.
De regreso a su hotel, Shimomura escuchó los mensajes de la contestadora telefónica de su residencia en San Diego. Y para su sorpresa encontró varios mensajes dejados por Mitnick, todos ellos con acento oriental y en tono de burla. El último había sido recibido ocho horas después de su arresto. ¿Cómo lo Hizo?. Nadie ha podido hasta hoy dar la respuesta.

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