jueves, 4 de junio de 2009

UN VERANO CELTA

La tarde anterior de la fiesta Beltane, inicio del verano celta, todos los fuegos han sido apagados. El verano debe iniciarse con un ritual en completa oscuridad. Es el día en que se forman las nuevas parejas y se renuevan las ya formadas. La noche de Beltane es una noche mágica, la más grande fiesta celta, es la noche del ritual del amor.
El frío huye de los montes y las colinas, la Tierra se llena de luz y comienza a reverdecer en su tradicional proceso de generar la vida.
Mucho tiempo atrás, en una noche como aquella, llegaron los antepasados a aquellas tierras del Erin, los llamados Tuatha Dé Danaan, quienes quemaron sus naves, confirmando con ello su plena intención de establecer su dominio en aquellas tierras color esmeralda.
A la puesta del Sol, comienza la etapa de Samos, el fin del invierno, y con ello surge la magia. Los oráculos eligieron a una joven doncella sacerdotisa, bendecida por los dioses para que encarne a la Diosa en la Tierra. El más grande honor que puede recibir una doncella.
Cuando los fuegos se han apagado y en medio de la total oscuridad, la joven doncella sale de su casa y va directamente a una cabaña donde la esperan el resto de las sacerdotisas, quienes la engalanan con hermosas vestiduras blancas, colocando sobre sus sienes una bellísima corona de flores. Todas se arrodillan ante la Diosa del amor y llenas de alegría le piden que huya, que corra por el bosque y se ponga a salvo.
En otra parte, un poco lejos de ahí, una semejante situación se realiza con el joven de sangre real que los oráculos eligieron para que se convierta aquella noche en el rey de la naturaleza, convirtiéndose en el amo y señor de todas las cosas y animales salvajes. Los druidas lo han vestido con hermosas pieles, colocando unos cuernos sobre su cabeza.
Con voces animadas, llenas de júbilo, lo apresuran para que vaya a la búsqueda de la joven diosa, la Doncella en Flor, y transforme a la hermosa doncella virgen en madre.
A ella y a él sacerdotisas y druidas les han dado a tomar las bebidas sagradas. Cuando salen al bosque presurosos, todo es diferente: giran los árboles, giran las estrellas en el firmamento, la tierra se mueve; pero ellos no detienen su afanosa carrera. Bajan y suben las colinas, se internan por entre los arbustos como si todos los espíritus los persiguieran. La joven doncella, sintiendo que su corazón late con tanta fuerza como para salirse de su pecho, de pronto descubre con alivio la cabaña que ha sido preparada para ella en medio del bosque, ahí a un lado del manantial sagrado.
Entra en ella y cae exhausta sobre un mullido lecho de pieles que se ha preparado con anticipación. El rey ciervo llega poco después, jadeante y sudoroso. La cabaña está a oscuras. El rey Ciervo no sabe quién es ella, ni ella logra distinguirle el rostro, pero aquello no importa; hombre y mujer, rey y diosa se entregan en un apasionado encuentro a hacer el ritual divino del amor.
Mientras tanto, allá en el pueblo, en medio de música, algarabía y danza, se efectúa la fiesta de le fertilidad y la liberación, celebrando la unión de las nuevas parejas o su casamiento. Las nuevas parejas tendrán un periodo de prueba de un año. En la siguiente fiesta de Beltane confirmarán su unión o podrán desunirla si no hubo entendimiento entre ellos. Tanto los que se unen en etapa de prueba, como los que confirman su casamiento, luego de un hermoso ritual, se van al bosque, donde en algún lugar apartado harán su entrega de amor.
Antes de que llegue el alba, el rey ciervo sale de la cabaña, dejando a la Diosa del amor aún tendida sobre su lecho de pieles. Jamás sabrán ella y él su identidad. Por una noche no fueron humanos, sino dioses. Si de aquella unión surge un hijo, el pequeño deberá ser entregado a los druidas para que lo instruyan como sacerdote.
Ella, después de quedarse sola, abandona la choza y se lava cuidadosamente en el manantial, luego se dirige a la colina cercana donde toda la tribu se ha congregado para ver juntos la salida del sol y bañarse de luz con aquellos rayos purificadores.
Al despuntar el alba, de nueve puntos diferentes, vienen los portadores de la madera para encender el fuego nuevo. Nueve maderas de nueve árboles distintos componen la hoguera. De ahí surgirá el fuego dedicado al dios Belenos, el Señor del Verano que trae consigo la bendición y poderes sanadores a través de los rayos del Sol. De ahí, todos tomarán el fuego para sus hogares.
Hombres, mujeres y niños, cruzan las fogatas para recibir con el humo su purificación. Luego todos juntos van hacia el manantial sagrado, para sumergirse en sus aguas que ya han sido bendecidas por los primeros rayos purificadores del Sol del Verano. Los Druidas aconsejan que todos tomen de aquella agua, que se laven con el rocío de la mañana y se coronen de flores, para luego irse todos juntos a bailar alrededor del árbol de mayo.
Los Druidas mientras tanto van recogiendo aquí y allá el rocío acumulado sobre el pasto, mismo que servirá luego para sus sagrados rituales.
Después vendrán los jefes de las tribus vecinas y formarán las alianzas, porque aquél día es el día de la paz, de la reconciliación. Por ello surge el perdón entre unos y otros. Los abrazos, los buenos deseos y con ello una felicidad total en la comunidad.
Así era la fiesta de Beltane, la máxima celebración del pueblo celta, algo muy digno de imitarse.

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