lunes, 13 de julio de 2009

SAQUEADORES EN BIRMANIA

Cuando murió la reina Sagamé, su esposo, el rey Bandawa se sintió tan abatido, que no encontraba forma alguna para mitigar su tristeza. Los campos le parecían descoloridos, el cielo desteñido, la música desafinada, el mundo totalmente sin sentido… Hasta que surgió en su corazón la grandiosa ilusión de construirle un hermosísimo santuario dedicado a preservar el sueño de su amada, y a través del cual le fuera posible alcanzar el nirvana.
Fue así como ordenó a sus súbditos construir un majestuoso templo budista custodiado por 446 444 budas esculpidos en las laderas de las montañas para que velaran su eterno descanso. Una obra imponente y complicada, pero que supo sacarla adelante ell desconsolado rey.
El santuario se extiende por un área de 50 hectáreas y da la apariencia de ser un enorme colmenar, escondido en el corazón de una región semidesértica de Myanmar en Birmania, circundada de cactus y extraños árboles que contribuyen a su aire mágico.
Son un millar de templos, realizados en grutas labradas sobre la montaña, con entradas superpuestas en varios niveles e infinidad de escaleras talladas sobre la roca que conducen a las entradas de los recintos sagrados.
Cuando se contempla toda la grandiosidad de la obra, nadie logra entender que el rey Bandawa haya tenido vida suficiente para lograr semejante empresa. La verdad es que la obra continuó después de su muerte, ya que dejó de ser un monumento realizado por amor, para convertirse en un enorme templo, ya que la reina Sagamé se convirtió en una divinidad bajo el nombre de Po Win Taung.
Cuando el visitante ingresa en los recintos, después de acostumbrarse a la oscuridad, descubre un maravilloso trabajo de arte religioso, con infinidad de estatutas de tamaños muy diversos, alrededor de las cuales se han pintado complicados y deslumbrantes murales, que escenifican muchos aspectos de la vida y tradiciones de los antiguos moradores de aquellos palacios: cortesanas que tocan el arpa y dan masajes a su príncipe; un vigilante que fuma el narguile mientras discute con un viajero. Reinas de cuellos gráciles y complejos peinados con poses desinhibidas. Una obra compleja en detalles que habla de minuciosos trabajos realizados durante infinidad de años.
Aunque lo que más sorprende es la enorme cantidad de estatuas de budha que presiden los recintos. Miles de ellas esculpidos, lacadas y pintadas; en diferentes poses, esculpidos en rocas de color rosa y dorado y con alturas que alcanzan hasta los 20 metros. Desafortunadamente el paso del tiempo ha deteriorado algunas de las estatuas, mostrándose sin una mano, un brazo o una pierna. Aunque lo peor ha sido la desaparición de algunas de ellas, debido a que saqueadores sin escrúpulos se las han llevado para venderlas a los coleccionistas, quedando tan solo el hueco que muestra la pérdida irreparable.

La culpa de todo esto la tienen los occidentales, que por el placer de tener algo exótico en su casa, o dentro de su colección privada, hacen que los nativos saqueen su propio matrimonio a cambio de un puñado de dólares. Y la depradación que se ha venido realizando desde hace algunos años es verdaderamente dramática.
Dada la enorme extensión del yacimiento el saqueo es fácil. Si de día es casi imposible de controlar, de noche, el saqueo es más fácil. Incluso una carretera permite a los vehículos llegar a la zona, estacionarse ante la gruta elegida y hacerse con las piezas arqueológicas. Aunque, en cierto sentido, el lugar se protege a sí mismo: los budas esculpidos en la roca o están demasiado erosionados para ser robados (se romperían en mil pedazos si se les separase de las paredes) o bien son demasiado grandes y pesados (en general suelen medir unos 2 metros).
Los únicos susceptibles de ser robados son los más pequeños, que miden entre 50 y 70 centímetros, y los más sólidos. Los robos se hacen especialmente visibles en estos casos, porque los numerosos budas están rodeados de una aureola pintada en las paredes. Una vez robado, la aureola enmarca el vacío y muestra las señales de los golpes de buril utilizado para separar de la pared la espalda de la estatua. Y es que, para proporcionar la ilusión de una espalda redonda, los escultores sólo dejaron una pequeña parte del dorso de las figuras sujeta a la pared. Este recurso, además, les garantizaba una mayor solidez y estabilidad.
En Po Win Taung estos saqueos son especialmente crueles y perjudiciales cuando se llevan a cabo en las grutas cubiertas de pinturas, ya que el robo mutila la armonía de las cuevas, pintadas en cada centímetro de exquisitos detalles. Más si bien hay nativos que venden su fe por un puñado de dólares, hay muchos otros que custodian, en cuanto les es posible su patrimonio religioso y cultural. Muestran gran celo y devoción los habitantes de la aldea cercana a este grandioso templo, que se ocupan de almacenar las cabezas y los miembros de los budas que se rompen en las grutas.
Cuidando en cuanto les es posible la preservación de todo el conjunto, aunque, por todo lo dicho con anterioridad aquello resulta un imposible. Además el fenómeno de la erosión actúa en las pinturas y estatuas, y aunque la roca en que están talladas las estatuas en bastante resistente, el laqueado y pintura sufren el deterioro del tiempo.
Es una lástima que en todas partes existan saqueadores, depredadores, y gente que no entienda, no aprecie, ni respete lo que es el patrimonio de un pueblo… el patrimonio de la humanidad. Y así destruyen templos y pirámides, alfarería y un sin fin de obras valiosas realizadas en los tiempos antiguos por los hombres.
Ojalá inculcáramos en nuestros hijos el respeto por la obra y tradición, por todo ese gran legado cultural y artístico que hemos recibido de las antiguas generaciones. Ya que es mayor el destrozo provocado por el hombre que lo que puede provocar la misma naturaleza con el paso del tiempo.

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